La verdad es que, para algunas cosas, soy un tipo con mucha
suerte.
Me tocó viajar mucho por trabajo. De esos viajes tuve que ir
en “la perrera” casi siempre ya que mi jefe rozaba la definición “rata cruel”.
Mucho no se puede hablar de la categoría Coach a nivel gastronómico. Cada línea
tiene alguna que otra variante pero el catering lo suele manejar casi siempre
una sola empresa para la mayoría de las líneas aéreas. Un sanguchito más o uno
menos, te siguen dando la Cajita Infeliz.
Ahora, cuando tenés suerte (o dinero), la cosa cambia.
Una de mis rachas de suerte (que bien tendría que haber
aprovechado para ganarme el Quini 6, pero no) fue cuando volvía de España con mi
cuñado. Nos quisimos anotar en el precheck-in y no podíamos. Fuimos al
aeropuerto y, al parecer estaba bastante llenito el avión. En una de esas nos
informan que nos pasaban a Bussiness Plus (Iberia). Con el salto más bajo podía
cambiar los reflectores de la cancha de River Plate.
Justo en ese momento recordé que le había dejado la cámara a
alguien en España y no tenía forma de registrar la comida. Sin embargo lo que
más me dolió fue no poder registrar el momento en el que mi cuñado (un tipo que
carece de paladar) decidió hacerme caso y probar el atún ahumado (sí, te sirven
eso de entradita). Imagínense mi cara de asombro cuando dijo: “Me gusta”.
Cuatro comidas tiene en su paladar. CUATRO. Y lo hice probar atún ahumado y le
gustó.
Después de probarme todos los vinos de Rioja que tenían
disponibles y comer más que bien podía dormir las 11 horas que me quedaban de
vuelo.
Donde sí pude sacar fotos fue en la primera clase de
American Airlines. Acá el boleto cuesta una fortuna pero, gracias a conocer a
uno de los aeromozos de AA y gracias a que me hizo la gauchada de dejarme pasar
a la primera porque había un lugar disponible, pude viajar como viajan los
Nacionales y Populares, Bolivarianos presidentes y comitiva.
La entrada era digna de Osaka o el Centro Okinawense. Todo
de calidad, fresco y bastante bien servido (calculen que es un avión y no un
restaurante). Lástima la maldita ley americana que prohíbe el uso de cuchillos
y tenedores metálicos.
Cuando elijo la carne me preguntan en que punto de cocción la quería.
Casi me desmayo. Se me ocurrió decir jugoso como para ver si tenían puntos de
cocción (imaginando que todos comen la carne recontra cocida). Y me llegó el
plato en el punto que yo pedía.
Todo esto se acompañaba con vinos de Luigi Bosca y Champagne
(sí, D.O.C.) francés. Calculan una botella por persona, entonces podés tomar el
blanco y los 3 tintos que ofrecen, además de tomar Champú. De esa forma todos
quedamos tumbados y nadie molestó al personal por el resto de la noche.
Dato anecdótico. Así como en la película de 007 donde Bond
va a pedir a “la barra” un martini, en la primera podés pedir tragos y te los
hacen bastante bien.
El desayuno, con frutas frescas, un par de facturitas, leche
real de marca reconocida, y una hermosa taza de American Airlines que pasó a ser
parte de mi vajilla (bueno, dos, porque fueron 2 viajes), la verdad que así se
puede viajar.
Eso sí. Cuando pregunten el costo del pasaje, se les van las
ganas de comer.
El Guerrillero Culinario
1 comentario:
Muchas gracias por la envidia que nos has dado! jeje
Espero algún día tener la suerte que tuviste, aunque viajando con Ryanair para la mayoría de mis viajes... jejeje Almenos puedo decir que la lasaña a bordo tiene buen gusto!
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