martes, 21 de junio de 2011

(Internacional) Emborracharse en Bruselas - Tremendo delirio nocturno



Bruselas es una ciudad a la que le había puesto muchos días en las vacaciones por estar rodeada de pequeños pueblos que me interesaba conocer, como ser Gante, Amberes y Brujas. Al principio creí haberme equivocado porque suponía una vida triste y amargada en la "capital de europa", como le dicen. Este nombre demasiado fifí logró que tenga un concepto erróneo.

En las ciudades del viejo continente es muy normal que a las 11 de la noche, especialmente en Invierno, no haya nada para hacer. Absolutamente nada. Sin embargo, en Bruselas, existe un Bar por el que se puede justificar las 8 noches que pasé en esa ciudad.

Si tengo que hablar de la gastronomía Belga, sea tanto de esa capital como las demás ciudades que visité, no tendría mucho para decir ya que lo verdaderamente interesante está en variedad de producción de cerveza. Entre guisos, papas fritas y chocolates, lo que más me tentó fue la increíble cantidad de cervecerías y diferentes estilos de cervezas de la zona. Tomando en cuenta que venía con el nivel de alcohol en sangre suficiente para sobrevivir en traje de baño a 15º bajo cero y siendo Bruselas el último destino, intenté no pasarme de la raya. Imposible.

Hay 3 lugares que son must en la capital belga, y el primero es el café bar A La Mort Subite (rue Montagne-aux-Herbes Potagères 7). Con una decoración más parecida a los bares ingleses de antaño, este bar es uno de los más notables para ir a tomar las cervezas que fabrican en la Brasserie Cantillon. Al menos hay que ir una vez en la vida para tomarse una Cherry o una Kirk mientras ves a los viejos jugar a las cartas, a las parejas charlar y a la gente que se pierde entre vasos de cerveza tirada, cafés y mozos que te recuerdan a las pizzerías de la calle Corrientes. Si tenés tiempo, o suficiente tolerancia al alcohol, también es bueno probar las cervezas Faro, Peach y la Lambic White Beer (una cerveza fermentada con levaduras indígenas).

Uno pudiera pasar todo el día en este bar, pero la vida sigue, y el segundo lugar que les recomiendo visitar es la Brasserie Cantillon (http://www.cantillon.be/). Una cervecería pequeña que se dedica a la fabricación de cervezas del estilo Lambic; cervezas que fermentan de forma espontánea con una bacteria específica que se da alrededor del río Senne y da como resultado cervezas con un sabor más agrio y ácido, ligeramente similar a una Sidra. La visita vale la pena, y probar las cervezas maduradas en barril es algo que no se suele consumir, sin contar que es casi imposible tomarlas tiradas fuera de la región.

Cebada para la fabricación de cervezas en Cantillon

Delirium Café (Impasse de la Fidélité, 4A) entró en los Records Guiness por ser el bar con mayor cantidad de etiquetas de cervezas disponibles, con más de 2000 birras, entre las cuales incluyeron hasta a nuestra nacional Quilmes. Sin embargo no los mandaría nunca a un bar que venda botellas, para conseguir variedad embotellada tienen Cervelar en microcentro (Viamonte 336) y no tienen que hacerse 11.000km.

Delirium es mucho más. Lo importante está en la barra. 25 grifos de cervezas tiradas.

A diferencia de bares como Zly Casy en Praga (el cual tuve el agrado de conocer gracias a Max, el filósofo cervecero con quien estuvimos filosofando relativamente ebrios), Delirium es un bar con cervezas raras, más bien exóticas.

Soy sincero y les abro la puerta de mi corazón para reivindicar que soy un borracho. Probé todas. Algunas también las repetí. Y creo que fue la semana más feliz de mi vida.

Algo muy interesante que tiene el bar es un catálogo, tipo revista, con folios y hojas impresas con cada una de las cervezas, descripción tanto de sabores y aromas, alcohol, precio por medida.

A un promedio de 10€ el litro se pueden tomar las mejores cervezas disponibles en el mercado Belga, de variedades como la extraña (y no tan rica) Floris Cactus, pasando por las cervezas extremadamente dulces como las Floris Apple o Mongozo Mango, pero llegando a las que más me interesaban a mi, las cervezas de invierno, como la Kerst Pater Xmas (que tiene cierto retrogusto a jengibre, canela y anís) o la increíblemente perfecta Barbar Blonde.

Puedo nombrarle cervezas con sabores desconocidos para el paladar de aficionados como los consumidores argentinos que somos (Bons Voeux Dupont con 1 y 2 años de maduración en madera, Westmalle Dubbel o la Chouffe Houblon), pero las únicas dos cervezas por las que volvería a esa ciudad, una y otra vez, son las Delirium Tremens y Nocturnium.

Un ingrediente en la elaboración de la cerveza es el lúpulo, algo que muchos ya conocen o escucharon nombrar. El lúpulo viene de esa familia de plantas divertidas llamadas Cannabáceas. Esta breve introducción precede al consumo de Delirium ya que, cuando me dijeron que ambas cervezas Delirium tiradas en el bar eran diferentes a la botella del elefante rosa esperaba que fuesen las mismas, pero con más espuma.

Resultaron ser las cervezas más ricas que probé en Bélgica, inclusive por encima que la Chimay Tripple, una cerveza de por sí exquisita. Pero no sólo cuenta el sabor sino el momento. Y no me pidan que les dé una explicación razonable del porqué fueron las única cervezas que me batieron el cerebro como si tuviese a la filarmónica de Londres tocándome a Tchaikovsky. Dicen que los lúpulos y las concentraciones del mismo que usan para la fabricación están muy por encima de lo normal, algo que no puedo asegurar por no ser un profesional en la materia; dicen que los 9 grados de alcohol y tomarse 1 litro por día no es aconsejable; dicen muchas cosas. Pero las risas, los momentos lindos, y el placer casi orgásmico de tomar las cervezas más ricas del mundo, lo tengo atesorado en mi cabeza.

No sé ustedes, pero después de escribir todo esto y tener lágrimas que asoman por mis ojos, creo que entro a Iberia y me fijo como andan los vuelos a Bélgica…Ustedes sabrán que hacer...








El Guerrillero Culinario

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1 comentario:

Lotta Tomelilla dijo...

Interesante post. Una cerveza que me pareció alucinante (servida en el lugar, es mucho mejor que embotellada) es la de frambuesa de Puerto Blest, Bariloche!