lunes, 13 de septiembre de 2010

(Internacional) Comer en Praga - Gastronomía y Cerveza con precios postcomunistas


Evaluación general

Cocina:
Excelente
Ambientación: Muy Buena
Atención: Buena
Precio: Menú del día 8€, por la noche 10€ a 20€

Visitar Praga puede ser una experiencia similar a otras ciudades, si tan solo pensás pasar por el puente Carlos, comer en el hotel y sacarte una foto en la plaza. Sin embargo, puede cambiar mucho (muchísimo) tu visión de la ciudad si te gusta la cerveza, si disfrutás de caminar (inclusive sobre el hielo en invierno) y si estás dispuesto a dejarte guiar por los datos de otros viajeros o locales.

Seguramente se pregunten los precios de muchas cosas que aparezcan en fotos, y para que tengan una idea, 1€ equivale a 25Kc (Corona Checa). Entonces comerse una mega salchicha similar a la parrillera nuestra, en pan, junto con repollo y demás agregados, puede costar 2€ en el lugar más caro de la ciudad (la Plaza Wenceslao).

Entre todas las cosas que pueden encontrar en esta ciudad, abundan las licorerías y cabarets. En mi caso me interesan las licorerías ya que dos vicios son demasiado al mismo tiempo. Hay dos bebidas típicas (además de la cerveza y el vino con canela): Ajenjo y Becherovka. El Ajenjo, conocido por muchos como el duende verde, no es más que otra bebida de alto contenido alcohólico que además tiene poderes alucinógenos. De este tipo de bebida se pueden encontrar desde los más baratos de 10€ la botella hasta los realmente potentes por encima de 50€. Compré  una botella de Becherovka, bebida de 32 hierbas fabricada en la ciudad de Karlovy Vary (a unos kilómetros de Praga) con sabor un poco rebuscado (sí, inclusive para mí que tomo el Underberg puro), con un dejo agrio, dulce y especiado, donde predomina el clavo de olor (famoso aroma a dentista).

Uno de los lugares que recomendaría con los ojos cerrados para ir a comer algo a un excelente precio sin salirse del centro de la ciudad es U Provaznice, en Provaznická 385/3. Aquí fuí un par de veces, de las cuales pedí una sopa dentro de una cazuela hecha de pan (la que era una delicia, perfecta para comer después de terminar la sopa) junto con otra sopa de verduras en la que predominaba el Kümmel, producto que abundaría en las recetas centroeuropeas durante el viaje.

Releyendo las anotaciones en mi cuadernito y viendo las fotos me doy cuenta porqué, después de ir a comer a otro lugar, terminaba volviendo a esta fonda. Ciertamente la cerveza no era de lo mejor (servían Urquell y Kozel, que para el paladar insípido argentino son orgasmos etílicos pero después de probar las cervezas de calidad cambia mucho el panorama), pero la gastronomía era buena, abundante, y barata. También acá uno aprende que, como con nuestro locro, en Praga se comen diferentes variedades de Goulash, todos ricos.

Algo que hay que aprender de antemano es que, ubicarse en Praga no es fácil. Primero porque sigue la misma organización caótica medieval donde las calles cambian de nombre cada 100 metros y las alturas y numeraciones no son siempre consecutivas (ni hablar de Firenze, donde hay doble numeración en la misma calle). Segundo porque los nombres de las calles suelen ser complicados hasta de pronunciar para intentar preguntarle a alguien. Tercero y principal, muchos restaurantes son una puerta que no indica nada, y especialmente estos son los más interesantes.

Praga fue la única ciudad europea en la que ni siquiera pisé Mc Donald’s. En este caso lo ví junto al Museo del Comunismo, simpático lugar que intenta reflexionar y hacer un mea culpa sobre muchas cosas malas que pasaron en el comunismo. Está especialmente situado al lado del bastión del capitalismo norteameriyanki, como diría mi tío.

Un lugar recomendado por el Club del la Cerveza y que resultó muy bueno es U Vejvodu en Jilská 4. Acá probé por primera vez la Master (las pueden ver en la foto), cerveza negra, densa, hermosa, ideal para los 16 grados bajo cero que hacía afuera. ¿Comer? Pedite  una sopa de goulash: increíblemente rica, con tanto sabor que hoy sigo recordándolo como ese día.

Si no querés sopa entonces pedite un plato típico (que ya había probado en otro lugar pero acá me gustó muchísimo más): cerdo braseado junto con chucrut y un pan de papa que tiene una textura similar a un pan sin levar y con la cocción sin finalizar, un poquito pesado pero más divertido que un puré de papas tradicional.

Un lugar para ir a comer comida más refinada y platos menos pesados es el Club de Arquitectos (Klub Architectu en Betlemske namesti 5), recomendación de Leno, un lector del blog, quien en su viaje por esta ciudad nos deleitó con sus textos en el blog Por El Mundo. Salvo la decoración, que es similar a casi todos los restaurantes, el resto del lugar no coincide con la gastronomía típica.

Si tan solo hubiesen tenido una mejor carta de cervezas quien sabe estaría entre los mejores lugares a los que fui a comer. Sin embargo, para mi que soy fanático de la cerveza extraña, entrar a un restaurante de Praga y tener sólo 3 variedades diferentes me resultaba un poco triste. Como gastronomía se puede decir que es la versión comunista del restaurante de Recoleta homónimo. Platos con pastas de autor y sabores no tan fáciles de encontrar en el país de los guisos a precios por debajo de los 12€ nos llevan a amar a esta ciudad. Al medio día el menú era prácticamente un regalo.

Ya que no había saciado mi necesidad por el producto resultado de la fermentación de diferentes cereales, decidí ir a U Medvídků (Na Perštýně 7), uno de los lugares célebres para tomar cerveza por el Filósofo Cervecero. Más tarde me enteraría que acá también fue Anthony Bourdain en sus andanzas por Praga. Aunque este lugar también abre para la comida, las veces que fuí estaban con reformas en el local así que no pude probar ningún plato y sólo acceder al salón contiguo donde tiran cervezas.

Para mi desgracia no había X33, la cerveza top del lugar, por lo que decidí probar todas las demás, con ese dejo amargo de viajar desde… Probé dos OldGott de barrica (excelentes cervezas), la Budweiser original (hay una disputa por el nombre ya que esta se llama así por su origen de la ciudad České Budějovice) y la Budweiser negra, que no tenía tanta onda.

Hasta el momento Praga era predecible. Ciudad linda, con gastronomía invernal y buenas cervezas, pero que tampoco nos enloquecían como para quedarnos a vivir. Hasta que conocimos a Max. Previas charlas entre bloggers y, con el conocimiento previo de su pasión por la cerveza, arreglamos un encuentro en el cual le alcanzaría un par de Otro Mundo para que deguste y escriba su crítica. Max es un argentino que hace mucho tiempo se cansó de remarla en este país y se fue a Praga ¿Por qué Praga? Porque siendo traductor de inglés y gracias a estar en el lugar indicado en el momento necesario conseguiría trabajo con facilidad. Desde ese entonces fue transformándose de Max al Filósofo Cervecero. Esa transformación similar a la del hombre lobo la pude presenciar en la medida que probábamos cervezas.

Al principio me llevó a un restaurante en las afueras de la ciudad donde ahí mismo hacían su cerveza. Esto ya tenía un plus muy interesante ya que, un plato costaba tan solo 79Kc, lo que traducido en nuestra moneda eran $22. Eso por un goulash a sólo 2 kilómetros del centro de Praga. Acá probamos un par de las cervezas que ellos mismos fabricaban, muy ricas, con ese toque diferente que uno puede sentir sin saber exactamente a que se atribuye pero que denota la mejora de calidad en un proceso artesanal contra uno industrial que busca la mejor relación costo/producto terminado.

Caminando unas cuadras nos terminamos en el frente de un edificio donde había una puerta de madera común y corriente con un cartel en checo que tenía más consonantes que vocales. Ya entregados a que nos extraigan el hígado para hacer un guiso nos dispusimos a bajar por las escaleras a este bar subterráneo y/o antro de la perdición. Al llegar al bar y encontrarme con una barra con 16 grifos y un dispenser de Jägermeister, todo miedo se transformó en placer.

Max, que se había convertido en un verdadero filósofo, me deleitó con explicaciones desde lo técnico a lo práctico de cada una de las cervezas que probamos. Entre las que recuerdo estaba la Rychtár 15 Special, una Janacek Extra Svetyy Lezak, otra con adicionado de miel de castaños, otra negra muy potente, y para ese entonces no tenía mucho interés por escribir, tan solo disfrutarlas, por lo que me cuesta recordar los nombres en checo de cada una de las que siguieron. Lo cierto es que Zlý Časy en Čestmírova 5, Praga 4, fue la mejor experiencia cervecera de todo el viaje (comparable con el Delirium Café en Bruselas, que mundialmente es reconocido como el mejor bar para tomar cerveza).

Si tenés la posibilidad de visitar esta ciudad y te gusta la cerveza, una noche date una vuelta por Zlý Časy y otra por U Medvídků.

Si queremos sacar algo en limpio de esta ciudad es que, a simple vista, la gastronomía es buena y los precios accesibles, pero si uno tiene la posibilidad de meterse en los suburbios, los precios bajan considerablemente y la calidad sube exponencialmente. Como toda ciudad turística está lleno de lugares mediocres, pero en términos generales es más fácil comer bien que comer mal. Si un día viajan, hagan la prueba, visiten estos lugares y después paséense por ahí, a ver que otro dato interesante nos aportan.

Si te gustó este texto podés pasar por "Praga - Un Rockstar con litros de cerveza", mi segunda experiencia en bares y alcoholes.







El Guerrillero Culinario

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace un año fuí a Praga , soy mexicano y me recibió para darme visitas un amigo tmb mexicano que residía ahí , fuí a algunos lugares que mencionas y traté de pedir todas las cervezas que pude en los 3 días y medio que visité la ciudad. LLevaba antes de éso como año y medio interesado en el mundo de la cerveza y para mi fue el paraíso , sigo en mi descubrimiento dentro del mundo cervecero y pienso volver el año que entra y estoy emocionadísimo. Qué buena experiencia relataste , no sé si hayas tenido la oportunidad pero Bavaria tmb es visita obligada para los amantes de la cerveza.