jueves, 17 de junio de 2010

Bicentenario alrededor de dos comidas típicas (Parte 1)

Al comenzar a escribir este post me dí cuenta de que era demasiado largo y nadie llegaría a la mitad sin salir corriendo a pedirse unas empanadas, así que dividido en dos vamos a comenzar con la entrada.

Es sabido que me gusta dar la nota (soy Leonino) por lo que festejé el Bicentenario de la Argentina en el interior del país, lejos de mi Villa Crespo habitual. El viaje consistió en un paseo por el centro, oeste y noroeste de la república.

Mientras en Buenos Aires se desarrollaba la festa mais grande do mundo, cosa que se sintió mucho en el interior porque “casi todos los recursos los enviamos a Capital”, le hicimos tripa-corazón a la situación y disfrutamos de los bajos precios para probar hasta el último de los platos.

¿Qué más argentino que el Locro y las Empanadas? La experiencia nos demostró que las recetas disponibles en internet o tantos libros gourmets no siempre están redactadas por los locales y que los sabores no vienen envasados en bolsas zip-lock.

Para empezar, la variedad de empanadas suele darse en el sabor Carne y otros sabores que no se repiten en otros lados. Probar una empanada de carne en cada provincia puede resultar monótono para el lector pero una tarea más que entretenida para el protagonista. Tomemos como referencia la empanada típica que se come en Buenos Aires de carne picada, huevo, un toque de cebolla, morrón picadito y aceitunas verdes.

Para los cordobeces la empanada de carne no lleva aceitunas, es dulce y tiene pasas de uva ¡Sí! ¡Dulce, recontra dulce! No lo creí hasta comer la tercera empanada cordobesa en ciudad y negocio diferente. Sin embargo el resto de los sabores no era muy diferente al porteño; fue una de las pocas ciudades donde abundaba la empanada de Jamón y Queso, por ejemplo.

San Luis no se caracterizó por ser una provincia con sabores originales en las empanadas, siempre reducidas a dos, las de carne (similar a la criolla sin aceituna y con verdeo) y pollo. De aquí es típica la chanfaina, plato de víceras de chivo que, increíblemente, le da impresión a la gente que después se pide unas mollejas a la parrilla sin saber si quiera qué es la molleja. Hoy día, la chanfaina, no es fácil de comer ya que la movida gourmet le jugó en contra a estos platos típicos.

Ya en Mendoza pudimos disfrutar de la gastronomía típica de carpa de evento en el Parque Cívico. Lindos espectáculos, poca politización y mucha variedad en los productos nos llevó a pasar dos días comiendo como la última cena; admito haberme llevado un par de botellitas de Underberg en la mochila para sobrevivir y gracias al frío se pudo evitar la sumatoria de kilos en el organismo. Aquí es donde pudimos disfrutar de las empanadas a $2 la unidad o $18 la docena. Por este estímulo la empanada de carne acompañaba hasta el café con leche.

Aunque en la ciudad abunda la minuta a precio reducido también se puede acompañar con un buen vino en casi cualquier lugar, sea un bistró, un restaurante de nivel o un tugurio. De esta forma casi cualquier comida se disfruta mejor teniendo tanta variedad y buena relación precio/calidad a la hora de tomar un vino.

En la provincia de San Juan nos quedamos con poco y nada de los puestos callejeros que fueron trasladados a la avenida 9 de Julio para el festejo. Sin embargo fuimos a un viejo conocido (donde comí un excelente locro en el 2005), La Remolacha, bodegón simple y común que tiene muy buenas carnes y, especialmente un postre de batatas en almíbar con dulce de cayote y nueces increíble.

Las ciudades de La Rioja (Chilecito y Famatina) y Catamarca (Tinogasta, Fiambalá, Belén y Santa María) que visitamos no se caracterizaron por tener tanta historia en repulgue sino más guisos y carnes. De hecho en Belén tenían, en la misma hostería, dos locros diferentes. Pero eso lo dejamos para el próximo post.

Ya entrando a Salta la cosa cambia. Entramos a la provincia por el sur, visitando la primera ciudad importante que es Cafayate. Aquí tuvimos la suerte de recibir las recomendaciones de Natalio, el encargado del Hostel Ruta 40, que nos envió directo al “jamón del medio”. Teníamos dos opciones, el lugar al que todos van o el lugar que nadie conoce. Fuimos a los dos.

El que fue a Cafayate comió empanadas en La Casa de las Empanadas (Mitre 24). Algo así como la hermana menor de Doña Salta pero con precios razonables. Lo bueno, la variedad, varias con quesos (de cabra), de carne típica o de carne con choclo y cebolla como la Cafayateña (¡muy buena!) a precios interesantes.

El que fue a Cafayate y no tuvo la suerte de ir “al Hornito como le llaman los locales o Comedor Juancito (Rivadavia 266) como aparece en la carta, tiene que destinar un par de días para visitar de nuevo esa ciudad. Lo más lindo de la ciudad es su gente, y cruzarnos a una señora, preguntarle por “el hornito” y que nos diga “Vengan que yo los llevo, es acá nomás”, es glorioso. Llegar y encontrarnos con un horno en la puerta del que salían bandejas de empanadas de carne recién horneadas es más tentador que ver la sushi-man en acción.

Aunque en el Hornito sólo hay empanadas de carne y tarteletas de jamón y queso, las empanadas fueron las más ricas que probé en todo el norte. Y eso fue un problema porque había que tolerarme comparando cada empanada con la del hornito los 10 días que siguieron. Acá también fue el primer lugar donde trajeron una salsa de tomate picante para mojar las empanaditas.

Siguiendo para el norte, llegamos a Salta capital. La ciudad se caracteriza por tener una oferta gastronómica inmensa, pero a mi gusto, demasiado turística. De hecho lo primero que hicimos fue pedir empanadas en Doña Salta. Pedir por teléfono es una cosa, ir es otra. Pedimos de carne y de charqui (carne salada y secada al sol) y vinieron acompañadas de la salsa picante. Las empanadas son realmente buenas, el problema fue ir al local y encontrarnos con un lugar preparado para el turista norteamericano que no entiende mucho del folclore. Los precios eran completamente diferentes, algo que se puede aceptar pero que los mozos estén vestidos de gauchos en el noroeste es algo que no tiene perdón.

Encontramos otro lugar para probar otro tipo de empanadas, La Nona, similar a La Casa de las Empanadas, tanto en precio como en variedad de sabores, donde sobresalían las de Carne, las de Pollo, las de Choclo (similar a nuestras empanadas de humita pero con más maíz) y la de Matambre (estas últimas muy buenas).

Ya en Jujuy probamos la auténtica empanada de llama, algo parecida a la de charqui, pero capaz con un sabor más intenso derivado de la carne de caza y no del concentrado de la carne seca. Lo más interesante fue lo complicado de conseguir empanadas de humita. En casi todos los lugares no tienen aunque lo que abundaba era la Humita en Chala.

En unos días continuará con la sección Locros, guisos y un par de fotos más.




Comer junto al lavarropas, no tiene precio.









El Guerrillero Culinario

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