viernes, 6 de junio de 2014

Gastronomía Aérea

La verdad es que, para algunas cosas, soy un tipo con mucha suerte. 

Me tocó viajar mucho por trabajo. De esos viajes tuve que ir en “la perrera” casi siempre ya que mi jefe rozaba la definición “rata cruel”. Mucho no se puede hablar de la categoría Coach a nivel gastronómico. Cada línea tiene alguna que otra variante pero el catering lo suele manejar casi siempre una sola empresa para la mayoría de las líneas aéreas. Un sanguchito más o uno menos, te siguen dando la Cajita Infeliz.

Ahora, cuando tenés suerte (o dinero), la cosa cambia.

Una de mis rachas de suerte (que bien tendría que haber aprovechado para ganarme el Quini 6, pero no) fue cuando volvía de España con mi cuñado. Nos quisimos anotar en el precheck-in y no podíamos. Fuimos al aeropuerto y, al parecer estaba bastante llenito el avión. En una de esas nos informan que nos pasaban a Bussiness Plus (Iberia). Con el salto más bajo podía cambiar los reflectores de la cancha de River Plate.

Justo en ese momento recordé que le había dejado la cámara a alguien en España y no tenía forma de registrar la comida. Sin embargo lo que más me dolió fue no poder registrar el momento en el que mi cuñado (un tipo que carece de paladar) decidió hacerme caso y probar el atún ahumado (sí, te sirven eso de entradita). Imagínense mi cara de asombro cuando dijo: “Me gusta”. Cuatro comidas tiene en su paladar. CUATRO. Y lo hice probar atún ahumado y le gustó.

Después de probarme todos los vinos de Rioja que tenían disponibles y comer más que bien podía dormir las 11 horas que me quedaban de vuelo. 

Donde sí pude sacar fotos fue en la primera clase de American Airlines. Acá el boleto cuesta una fortuna pero, gracias a conocer a uno de los aeromozos de AA y gracias a que me hizo la gauchada de dejarme pasar a la primera porque había un lugar disponible, pude viajar como viajan los Nacionales y Populares, Bolivarianos presidentes y comitiva.

La entrada era digna de Osaka o el Centro Okinawense. Todo de calidad, fresco y bastante bien servido (calculen que es un avión y no un restaurante). Lástima la maldita ley americana que prohíbe el uso de cuchillos y tenedores metálicos. 

Cuando elijo la carne me preguntan en que punto de cocción la quería. Casi me desmayo. Se me ocurrió decir jugoso como para ver si tenían puntos de cocción (imaginando que todos comen la carne recontra cocida). Y me llegó el plato en el punto que yo pedía. 

Todo esto se acompañaba con vinos de Luigi Bosca y Champagne (sí, D.O.C.) francés. Calculan una botella por persona, entonces podés tomar el blanco y los 3 tintos que ofrecen, además de tomar Champú. De esa forma todos quedamos tumbados y nadie molestó al personal por el resto de la noche.

Dato anecdótico. Así como en la película de 007 donde Bond va a pedir a “la barra” un martini, en la primera podés pedir tragos y te los hacen bastante bien. 

El desayuno, con frutas frescas, un par de facturitas, leche real de marca reconocida, y una hermosa taza de American Airlines que pasó a ser parte de mi vajilla (bueno, dos, porque fueron 2 viajes), la verdad que así se puede viajar.

Eso sí. Cuando pregunten el costo del pasaje, se les van las ganas de comer. 


El Guerrillero Culinario



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1 comentario:

Alejandro dijo...

Muchas gracias por la envidia que nos has dado! jeje

Espero algún día tener la suerte que tuviste, aunque viajando con Ryanair para la mayoría de mis viajes... jejeje Almenos puedo decir que la lasaña a bordo tiene buen gusto!