La cosa es así: confiá en mí sin chistar, porque de otra forma no entrarías nunca por la puerta de Bogotá 3588, en el barrio textil de Floresta.
Pero hacelo. De corazón hacelo.
La primera vez que fuimos a Bogotá (보고타 식당) fue buscando por la web direcciones de restaurantes coreanos cerca de casa. Vi que la dirección coincidía con nuestras expectativas de comer dentro del radio de las 5 cuadras, porque los gordos de mente, primero que todo, son vagos.
Y nos abrieron la puerta. Sábado, medio día, la gente que caminaba con sus bolsas llenas de ropa de los cientos de negocios que hay en el barrio, y nosotros ahí, entrando por un pasillo vacío de decoración, a un mundo diferente. Porque la sensación es esa: entrás a otro país.
Si bien varios de los mozos son de habla hispana, los (y las) que cocinan, sumado al encargado, son coreanos de pura cepa.
Te sentás donde te parezca más cómodo, obviando encontrar ventanas con lindas vistas, salvo una pecera con una tortuga de plástico simulando ser la decoración más hipster del recinto oriental. Alguna que otra planta que no requiere ni luz, ni agua, ni vida, para ambientar las mesas lisas, las sillas tapizadas en cuerina ecológica, y el individual de cartón con dibujos al mejor estilo packaging del sudeste asiático. De fondo 3 cuadritos de la década del setenta, esos paisajes tipo tridimencionales, que se habían puesto de moda, como todo mal gusto de la gente que no sabe en qué gastar su dinero.
Mejor es hacer la experiencia propia y aprender que somos lo que nuestra mente deja liberarnos a la hora de ser felices.
El Guerrillero Culinario
1 comentario:
me vendiste bien. compro. voy a ir. gracias!!
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