A veces quiero darme un gustito como todo simple mortal atraído
por el neo-liberalismo y el consumismo desmedido así que opto por visitar el
sushi bar de la calle Paraguay, por el “sensacionalmente inseguro” Retiro Neighborhood.
Es un gustito porque no es de los
restaurantes de sushi más accesibles que hay en Buenos Aires pero sí es una de
las barras de sushi que, por el precio final del ticket, ofrece un servicio de
calidad y un producto realmente bueno.
Así como abundan
los sushi bars/deliveries baratos, también abundan los de calidad superior y el
truco está en encontrar siempre una relación coherente entre el precio y el
producto que van a ofrecernos.
Hay que ser conscientes de la adaptación que sufre la gastronomía y la costumbre (a la hora
de comer) proveniente de otro país en el lugar, sea moderno o más clásico y
tradicional. Siempre hago hincapié en este detalle porque es muy importante que
pongamos los pies en la tierra a la hora de comparar un restaurante con la
gastronomía clásica del país de origen.
Seamos
completamente
sinceros con nosotros mismos. Si esperamos ir a un sushi bar, un
restaurante francés o un bodegoncito africano, ¿por qué pedir la comida
en castellano? Si deseamos tanta similitud entre la gastronomía de Japón
y la del
restaurante Osaka, al menos, deberíamos hablar Japonés y pagar en yenes.
Vamos
a un restaurante francés y exigimos los quesos olorosos cuasi imposible
de
importar pero rechazamos la carne cocida en su punto sangrante (en el
límite de
la carne cruda).
¿Hasta donde
podemos reclamar que un restaurante se parezca a su gemelo fantástico
tradicional en el país de origen si ni siquiera nosotros nos adaptamos a los
puntos de cocción, graduaciones de picante e intensidad aromática?
Reclamamos un
sushi tradicional (sin queso ni cualquiera de esas porquerías norteamericanas
que nos mal acostumbraron a consumir) pero a la hora de hacer nuestro pedido
elegimos un combinado de 60 piezas para dos personas. Fail!
En Japón el sushi
no es un plato principal, así que sería mejor reclamar cuando podemos hacernos
cargo de las costumbres, con todo lo bueno y malo, todo lo lindo y feo, todo lo
que nos guste y nos desagrade…
Toda esta breve
reflexión tiene como objetivo introducirte a la sopa de miso (Misoshiru)
que algunos no piden por falta
de costumbre. Sopita salada, intensa pero ligera, ideal para preparar el
estómago a lo que se viene.
Las ostras (Kaki Furai) empanadas y fritas son
excelentes. Chorrean ese exceso de grasa y ácido úrico tan nocivo para nuestra
salud y tan beneficioso para la felicidad y el placer terrenal que implica
darse un atracón. La porción es grande y compartida entre tres pasa cual
Budweiser mirando un partidito de la Champions
League.
El sushi es
maravilloso. Tenés para elegir tanto sabores tradicionales como los de autor
adaptados a los gustos de los porteños y, ¿por qué no? internacionales… El
armado de los rolls siempre fue el fuerte del restaurante y el tamaño mantiene la
proporción 2/3 de “relleno” y 1/3 de arroz, algo que mínimamente debería ser
así en todo sushi bar decente.
Se continúa con
platos calientes, como el Chiken
Teriyaki, ultra conocido pollo con salsa dulce de soja que podemos comer en
todos los restaurantes japoneses. Por otro lado el cerdo con verduras (Shoga Yaki) estaba muy bueno. Ni hablar
acompañado de una Asahi Dry.
Completando el
maridaje con buenos amigos se puede llegar a la calidad suprema a la hora de
disfrutar placerse orientales.
1 comentario:
Muy buena reseña y más interesante la reflexión inicial.
Algún día me daré mi gustito también. Mientras tanto sigo yendo a Samurai a comprar mis rolls, un lugar que descubrí gracias a una nota tuya (debe ser de hace 2 años atrás, mínimo).
Saludos
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