Mi decisión de visitar Ginebra fue pura y exclusivamente por capricho y comodidad.
Mientras
organizaba mi primer viaje por Europa tenía que unir el norte de Italia
con París, así que decidí ir a pasar un par de días a la ciudad que
eligió Jorge Luis Borges para descansar en paz.
¿Cómo puede ser que un tipo que tanto quiso a su país haya pedido ser enterrado en una ciudad tan distante a nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestro idioma?
¿Cómo puede ser que un tipo que tanto quiso a su país haya pedido ser enterrado en una ciudad tan distante a nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestro idioma?
Una vez que llegué a Genève entendí todo. Absolutamente todo.
La
perfección, la limpieza, la educación, todo lo que quieras evaluar de
la ciudad es perfecto. Podés estar parado frente a la esquina más
importante de la ciudad, justo bordeando el lago, ver las miles de
lamparitas de colores y ninguna está quemada. La gente es tan pero tan
obsesiva que la anécdota más representativa de la ciudad fue ver a un
ciclista que se detuvo frente a una camioneta con la que un turista
intentaba entrar de contramano 10 metros para ir a un estacionamiento.
Perdió 10 minutos discutiendo, pero lo hizo retroceder y dar la vuelta
manzana. Así de prolijos y respetuosos. Y obsesivos.
Borges,
mientras tanto, descansa en el cementerio público en medio de la
ciudad, uno de los más hermosos que vi alrededor de todas las ciudades
de Europa.
La ciudad la recorren caminando (completa) salvo que quieran ir hasta la Cruz Roja y el edificio de la ONU.
Hay un mercado callejero de frutas, verduras, pescados, quesos y carnes
en la plaza central que hace entretenido el recorrido. Ni te cuento si
te gustan los quesos porque conseguís muchos hechos en casa, de esos que acá no te permite vender SENASA.
Así
como todo en la ciudad es hermoso vas a toparte con precios muy
elevados. El valor de las cosas es mucho más alto que en el resto de
ciudades típicas turísticas de Europa (siendo que la moneda de ellos es
menos fuerte que el euro). Y comer no es la excepción. Entre los lugares
que frecuenté sólo les puedo recomendar uno con una relación precio
calidad coherente para el bolsillo del caballero o la cartera de la
dama.
Chez ma Cousine es
un pequeñito restaurante con una ambientación súper acogedora que se
hace más cálida cuando vas en invierno y afuera hace siempre menos de
cero grados centígrados. La carta es casi inexistente y el fuerte es el
pollo asado con papas y ensalada. Quizás no haya sido el mejor pollo que
comí en vida, pero sí fue la mejor comida que comí en Ginebra por menos de 20 CHF (más o menos 20 U$S) con la bebida.
Como
no saqué fotos al menos les paso escaneada la tarjetita que me dieron
cuando fui a comer. Al margen no había mucho para fotografiar, pero la
recomendación vale la pena porque si un día deciden visitar esta hermosa
ciudad van a desear comer en algún lugar a ese precio. En los demás
lugares gasté un promedio de 40CHF y no valía nada la comida.
"De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias
que el hombre busca en el curso de sus viajes Ginebra me parece la
más propicia a la felicidad"
Jorge Luis Borges y su placa en la calle Grand Rue Vecut, número 28.
El Guerrillero Culinario
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