En este hermoso país tenemos la
particularidad de inundar el mercado de un producto en muy poco tiempo. En
parte porque todos queremos salvarnos con una idea, un gran negocio o la
lotería para vivir sin trabajar. Es básicamente parte de nuestro folclore, nos
guste o no.
Con el vino parece que está pasando lo
mismo. El crecimiento exponencial de bodegas me trajo recuerdos a las canchas
de Paddle, los Parripollos, los Video Clubes, y puedo seguir en una lista
interminable. La gente encontró una veta y todos la intentaron explotar al
mismo tiempo.
Allá por el 2005, en mi primer viaje a
Mendoza para recorrer bodegas, Turismo te daba el mapa de la Ruta del Vino y
tenías unas 20 (principales) para ver. Fuera del mapa había muchas otras, pero
casi todas destinaban su producción al mercado externo o a nichos específicos.
Hoy, si querés ir a recorrer bodegas, mejor tomate un mes, o comprate otro hígado en el INCUCAI,
porque vas a cansarte de tomar vino.
Y me parece perfecto que haya cada vez más
producción nacional. Pero más me gusta cuando me cruzo con bodegas que hacen
cosas distintas.
El tiempo dirá si tengo razón cuando afirmo
que, si el boom del vino llega a
desaparecer, van a quedar los grandes, y los diferentes. A mi me gustan los que
se salen de la media, los especiales, los que juegan. Porque ¿qué es la
gastronomía sino un juego? ¿qué es un vino sino una serie de variables con las
que uno puede malabarear?
Una de esas bodegas distintas que me gusta
es Renacer. Y cuando digo distinta lo digo por muchos factores. No son solo los
vinos los que se diferencian. También es la forma en la que los comunican, la
decoración de la botella, y hasta la onda de los que hacen el vino.
Ya desde el principio tienen ese naranja
llamativo fuera de lo cotidiano de las etiquetas en los vinos. Charlando con
mis borrachos amigos no lográbamos entender porque las etiquetas de vinos en
Argentina son tan aburridas. Acá Renacer decide poner un color llamativo para
destacarse entre las demás etiquetas de la góndola.
Mediodía de semana se había formado un grupette de
fanáticos del vino en el restaurante Aldo’s con el objetivo de comer como Dios manda (¿?) y
probar los diferentes vinos que estaba presentando la bodega Renacer.
La mirada descontracturada y despojada de
snobismo me gustó mucho. Porque estuve en Mendoza y allá la gente es más
simple, menos vueltera y más humana, detalles que no se suelen ver en todos
lados y, menos en el mundo del vino.
Paso a darles un resumen de lo que percibí
con mi paladar carente de complejidad.
Obviamente empezamos con un blanco y ese
fue el Punto Final Sauvignon Blanc. Resultó fresco, ligero, delicado.
Los tintos comenzaron con el Punto Final
Malbec. Buena acidez, frutas oscuras y una linda persistencia en la boca. Vinito
ideal para cualquier pasta y cualquier bolsillo.
El que más me gustó fue el Punto Final Cabernet
Sauvignon (90% CS y 10% CF). Tiene muy buena entrada en la boca, con un toque
picantón, más acorde a la tipicidad chilena, algo que quisieron lograr en la
bodega para diferenciarse de los Cabernet que estaban saliendo en Mendoza. Y
para el que gusta de vinos intensos, este tiene un lugar en esa cava.
El Enamore es un vino muy distinto, estilo
italiano del norte con un sabor más “rústico” y me atrevo a usar esa palabra
porque realmente el vino es diferente. Es un blend de uvas deshidratadas, lo
cual conlleva a tener menor rendimiento pero mucha más intensidad en los
sabores. Hay que darle tiempo y dejarlo que abra su esplendor. Ideal para
paladares abiertos a lo nuevo.
Ya más complejo probé el Malbec Reserva
2006 de excelente color, mucha fruta en nariz, higos y frutos rojos en boca. Un
vino que disparó una charla interesante. Tuve la suerte de estar sentado al
lado del enólogo Pablo Profili. En la medida en que la charla se extendía entre
todos los integrantes de la mesa, el vino seguía en la copa e iba cambiando. Justo
ahí fue cuando empezamos a renegar, en cierta forma, acerca de la gente que no
disfruta el vino dándose el tiempo necesario para disfrutarlo y dejarlo que se
abra y muestre todo su esplendor.
En ese momento se me ocurrió preguntarle a
Pablo: “¿Qué mujer de Argentina te parece la más linda e interesante?”… A lo
que, unos 30 segundos después de bucear en su mente me respondió: “No sé si será
la más linda pero a mi me parece una mujer hermosa. Araceli Gonzalez”… Entonces
se me ocurre preguntarle: “¿Y cuánto tiempo pasarías con Araceli Gonzalez de
poder elegir? ¿15
minutos o 3 horas?”…
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