martes, 23 de julio de 2013

(Internacional) Comer en Roma - il Secondo Piatto (Segunda Parte)

Decir mi manca l'Italia (expresión que significa: extraño Italia) no es llegarle siquiera a los talones de la melancolía que me genera ver las fotos y recordar mi viaje por Roma. 

Definitivamente tengo sangre italiana. Esa mezcla de mal carácter, humor ácido, hambre, expresarme a los gritos, llamar la atención todo el tiempo y tener el corazón lleno de calor me hacen ver que soy tano hasta la médula.

Si estás acá es por la comida o quizás porque venís de leer la primera parte sobre Roma que escribí hace un tiempo... No es coincidencia que leas lo que escribo sobre comida porque ser italiano es mi súper poder a la hora de disfrutar del buen comer y ser argentino es mi súper poder a la hora de expresar lo que quiero (nosotros le decimos: chamullar).

El tano, frente al poderío culinario sofisticado de los franchutes, se vio obligado a tomar otro camino. Los franceses saben la técnica, mientras que los italianos tienen la mano para darle sabor a un simple tomate cortado al medio con aceite de oliva, sal, orégano y pimienta.

Eso se demuestra a la perfección en la Antica Birrería Peroni (en Via di San Marcello, 19, Roma). Esta antigua cervecería romana es, quizás, uno de los lugares más romanos para comer si sos un pibe, un joven, un adolescente tardío con ganas de ruido, barullo, comida sabrosa y una cerveza que te enamora.

El sólo hecho de probar las brusquetas que te sirven ahí te demuestra que nada de lo que digo es en vano a la hora de alentar al consumo de sabor en vez de presentación. Y eso que yo no tengo ningún problema con los platos presentados y decorados como para ganar un concurso.

Pero a mi lo que me interesa es la comida.

Y una rodaja de pan con tomate cubeteado en ese punto justo de maduración, el aceite de oliva que irónicamente es "extra virgen" y te dan ganas de hacerle el amor hasta que grite de placer, la sal molida en el momento, el ajo picado. Eso, es amor. Sepan que eso, es amor a primer mordisco.

Lo mismo para la brusqueta de porotos (fagioli). A nosotros puede parecernos algo extraño, pero ellos son amantes tanto del pan, de los porotos, del aceite, y lo demuestran al servirte esta cosa tan simple que logra contener tanto sabor que empezás a dudar si realmente te drogan antes de entrar a comer a este bar. 

Las costillas de cerdo ahumadas con papas demuestran que la profecía del fin del mundo desaparece cuando estás probando tan rico plato. Me pasó lo mismo con los Penne a la Amatriciana. La pasta pica, pica mucho, como todo lo que los tanos comen picante. Respetan el sentido de la palabra, y si pedís esto, la boca se te prende fuego. Por suerte tenés la cerveza para arrastrar con ese picante y mirar los fideos en el tenedor con amor para volver a masticar y volver a la birra. Amor a primer mordisco.

 
Te recomiendo que pruebes las 3 cervezas tiradas que tienen. De a medio litro. La noche será corta pero el placer detiene el tiempo. La Peroni Nastro Azzurro me sorprendió porque, no siendo un país especialista en la elaboración de cerveza, lograron un producto excelente.

Colombia tendrá el mejor café. Brasil será uno de los productores más grandes. Jamaica tendrá variedades tan exóticas como románticas. Estados Unidos será uno de los países más consumidores. Pero Italia es el único país donde se sabe tomar café. Y me pongo la azzurra y me late el corazón al mismo tiempo que me tomo un café, como lo piden ellos, así, sólo café. Ni azúcar, ni edulcorante, ni taza, ni pocillo lleno, ni crema, ni leche. 

CA - FÉ

La Tazza D'Oro puede que sea el mejor café del mundo, como dicen ellos. ¿Qué armas necesitaríamos para poder refutar a semejante apreciación? ¿Qué pasa si te digo que es el mejor café del mundo, vas, lo tomás, y no sabés que decir? ¿Por qué, un simple barzucho perdido en el centro histórico de Roma, con miles de personas que pasan constantemente para tomarse un café, no puede llegar a ser el mejor café del mundo?

Encontrar Via degli Orfani, 84 es complicado. Encontrar cualquier lugar en Roma es complicado. Decí que yo ya me la conozco casi de memoria y camino sin preguntar. Igualmente me pierdo la mitad de las veces. Aunque, pensándolo bien, puede que me pierda a propósito. Pensándolo bien, me encantaría perderme por siempre en las calles de Roma. 

Igual, perdidos o no por Roma, siempre tenemos que llegar a La Tazza D'Oro. Porque el lugar es una esquinita con calles sin veredas, adoquines, mucha gente, una barra larga, las grandes máquinas de café y por un poquito más de un euro podés experimentar qué es para el italiano tomarse un café al paso. 

El tano se toma el café al paso. Así es, lo pide, lo paga, lo toma. No se sienta a ver pasar la vida como el parisino, ni ocupa mitad de la mañana como el porteño en desayunar a lo gordo. El tano toma café. Una vez que tomaste un café hecho por un italiano, no te van a dar ganas de embarrar la cancha con una mugrienta croissant. El café se disfruta, y punto.


Del mismo lado del río Tíber (en italiano es Tevere y pronunciala esdrújula) está La Carbonara otro bolichito con tanta afluencia de público que pareciera estar en la moda, pero por la zona demuestra atraer al consumidor por la buena oferta gastronómica. Te acercás hasta Via Panisperna 214 de la gloriosa ciudad romana y podés tomarte unos buenos vinos, porque lo bueno de este restaurante con bullicio como sala de espera de aeropuerto es la carta variada de vinos tanto italianos como europeos, en general a precios dentro de lo que podemos considerar aceptables.

Si vas a tomar vinos italianos te conviene dar un paso al costado de los Chianti (que son lo único que nos llega como conocidos a los simples mortales) y gartarte una moneda (o sea, unos euros) en los Barolo o los Barbaresco, siempre probando cosechas más o menos viejas (mínimo de 6 o 7 años atrás) porque son vinos que antes son demasiado duros para probarlos. Eso, junto a cualquier plato de pasta, puede que sea como grabar en Blue Ray tus recuerdos.

 
La pasta es muy buena, los sabores de los platos en general son muy bien logrados, la buena onda de los mozos sumado al ambiente más juvenil (no olvidarse de la falta de jóvenes que hay en Europa frente a Latinoamérica) hace que pinchar un tomate cherry y enrollar los espaguetis te traiga recuerdos de cuando eras chico y comías con la mano enchastrándote toda la cara, siendo feliz con tan poco como un poco de comida. 

Los ravioles caseros superaron las expectativas, al mismo tiempo que la ciudad lograba que, siendo mi tercer visita, no deje de sorprenderme. Quizás porque ahí estaba la Guerrillera, mirándome con esos ojitos que dice "por favor no me quiero ir de Roma", quizás porque piso Roma y siento que nací a la vuelta de la esquina, quizás porque a mi me ganan los ingredientes puros, los platos simples y la mano casera... 


Quizás, porque Roma es perfecta.





 
El Guerrillero Culinario

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