Toda urbe, metrópoli, gran ciudad, o conglomerado de oficinas llenas de gente insatisfecha por sus trabajos obligados por el capitalismo tiene, al menos, un lugar para comer rápido, rico, abundante, barato y característico de la ciudad.
Si no tenés una bar, restaurantecito, bodegón, antro, cuchitril o cueva adonde puedas comer rápido, y cuando digo rápido es MUY RÁPIDO, rico y a precio razonable... fracasaste como ciudad.
Empecemos a describir el sistema.
La cosa es así, en la puerta (Sarmiento 635) hay una flaquita que le va a dar un papel a cada persona. Para retirarte tenés que mostrar este papel. Si está vacío, no pagás nada. Si le escribieron, pasás por la caja. No sé hasta cuánto funciona este sistema o si sólo lo hacen para amedrentar guachos que se quieren ir sin pagar habiendo comido. Es entendible ya que si nunca fuiste en el preciso momento en el que entrás por la puerta te das cuenta del caos que es ese lugar. Igualmente le aplica como un detalle especial al momento. Algo así como la tarjeta de consumición del boliche, de los años 90's.
Ahora, para que te imagines el lugar: una doble barra central, en forma de óvalo largo, con dos pasillos a los costados y banquetas para sentarse entre la máquina del café, los anaqueles con sánguches, tortillas, tomates rellenos, y una parte (la que menos recomiendo) con el empaquetador de take-away más rápido que existe. (para hacer pedidos al 4325-9313)
El menú de esta barra veloz tiene todo lo que un oficinista puede desear a la hora de comer abundante y buscar alguna excusa para dormirse la siesta en el baño del laburo. Si bien algunos platos son más sanos, para eso están esos negocios de comida al peso chinos a los que van las chicas con tal de llegar al verano en tiempo y forma para robarle el novio a alguna cómoda que dejó de cuidarse.
Pobres, no saben que nos quedamos con la que nos vuelve loco y no con la que se vuelve loca por su cuerpo.
El tema es que el sánguche de milanesa de Paulín está entre los mejores del microcentro porteño, aunque tengo mis dudas de ponerlo arriba de los demás. Digo esto porque El Buen Libro creo que tiene la artillería pesada de chegusanes monopolizada.
Igualmente, acá lo que se gana es variedad y, a veces, tiempo.
Te pedís algo y te llega al toque. Posta, te llega antes de que lo pidas. Como si se hubiesen comprado la máquina del tiempo para saber qué pedidos armar. Cosa que me suele romper un poco los huevos en El Buen Libro porque cada vez que pasé por la puerta tenía a 30 lobos hambrientos esperando que los atiendan. Todo bien, pero como que a mi me gusta un poco más llegar, comer y tomarme el buque.
Por otro lado tenemos algo más de variedad que sánguches (sandwiches para los chetos), pero les recomiendo que prueben, si es que todavía no lo hicieron, el de tortilla de papas en pan de focaccia.
Si bien te revienta la vesícula esa bestialidad de comida creo que es lo mejor que probé en este antro lleno de gente, papeles en el piso, bullicio y gemidos.
No hay nada más lindo para un cocinero escuchar que el comensal gime al probar algo que hizo. Y Paulín es el lugar en el centro para tomarse unos pocos minutos y echarse un rapidito, comiendo.
En definitiva, Café Paulín es uno de los grandes lugares para comer del centro porteño, y esto es algo indiscutible. Acá el personaje más conocido del bolichito: El empaquetador más rápido del oeste:
El Guerrillero Culinario
2 comentarios:
Gran nota y gran lugar! Comparto además que tienen sede en Reconquista y Tucumán, y San Martín creo que entre Corrientes y Lavalle, pero puede ser Lavalle y Tucumán también. El veneciano de bondiola de cerdo por $35 para mi se lleva la medalla de oro de relación precio/calidad de microcentro.
Me dieron ganas de consumir algo en Café Paulin...
Publicar un comentario