miércoles, 22 de mayo de 2013

San Juan - Apuesta a los opuestos (Parte 2)


Me gusta hacer el ejercicio de recordar; jugar con mi mente y forzarla al punto de rotura de los recuerdos para traer a las sensaciones desde ese límite ya pasado un tiempo. Releo cosas que escribí en su momento, cierro los ojos, y sueño mis recuerdos. No los idealizo, sólo tomo lo que está en mi mente y le escribo un guión. Si te perdiste la primera parte, hacé clic acá, seguí leyendo esto, y después viajá con el otro relato. Maridalo con tus tiempos.

Quizás ese sea mi súper poder: plasmar cualquier sensación, sabor, aroma o textura, vaya uno a saber en qué parte de mi cerebro, con ese lujo de detalles digno de una pintura renacentista.

La amplitud térmica de la zona de Cuyo, el sol y ese aire frío que te espabilaba a la mañana formaron parte fundamental de los recuerdos. El hambre guiaba a mi instinto voraz por mantener a mi boca ocupada con algo que no sea torturar auditivamente a los demás. El hambre me llevó a probar todo lo que se me interponía en el camino.

Entiendo a quienes quieren pasar una infancia al estilo Justin Bieber, pero yo sigo sonriendo y agradeciendo a vieja porque me llevaba de chico a la plaza, al arenero de Mataderos, a dar la vuelta en la calesita y yo, feliz de la vida, agarrar la sortija mientras no me decidía si daba esa vuelta gratis o le mangueaba una manzana acaramelada con pochoclos a mi progenitora. Son dos infancias diferentes. Cada una tiene lo suyo.

En San Juan hice ambas cosas, viví la vida gastronómica al mejor estilo Justin Bieber, comiendo en el restaurante del hotel de cinco estrellas Del Bono Park, y por oposición, fui a lo más simple: comer tortafritas, pan casero, empanadas y cualquier comida que se elija en la calle, con carteles iluminados por el sol, y con la tipografía clásica manuscrita. Dos experiencias opuestas, distintas.

En San Juan, así como también en su hermana cuyana, hay un producto fundamental para la alimentación del cuyano: la semita (raspadita en Mendoza). La semita es un pan hecho con materia grasa, similar a una masa hojaldrada de grasa (no de manteca ni margarina) pero sin la complejidad del doblez que lleva el hojaldre, sino que está amasada con la misma grasa. Rápida, fácil, sabrosa y necesaria para afrontar el día sin la necesidad de tomarse mucho tiempo para desayunar. Lo extraño de esto es que la gente tenga todo el tiempo del mundo…

¿Por qué lo comen? Porque ya forma parte de la tradición. La semita es como el cigarrillo post orgasmo para el fumador, o el digestivo para el Italiano del norte, o la cerveza para el partido de fútbol americano. Completa al sanjuanino como persona.

Arriba de la combi que nos llevaba al Parque Nacional Ischigualasto nos cruzamos con un puestito en el pueblo San Agustín del Valle Fértil. Este pueblo es una especie de pequeña comunidad con tan pocos habitantes que, para un porteño podían representar tan solo los inquilinos de una de esas torres palermitanas de 20 pisos.

Sin embargo, lo más triste para el habitante de la Capital Federal es no conocer siquiera a sus compañeros de edificio, mientras que en el pueblo todos se conocen con todos, y todos forman una sociedad, como debería ser.

Una vez recolectado el premio por semejante viaje seguimos ruta hasta el parque. Mientras comíamos las semitas, panes con chicharrón y tomábamos mate disfrutábamos de ese paisaje árido sacado de una película de zombies norteamericana. Tanto el Parque Nacional Ischigualasto como Talampaya (en la vecina provincia de La Rioja, son lugares a los que hay que ir de visita, en la recorrida por las raíces federales de un país triste por la desigualdad social. Cada ciudad te trae personas más lindas, que luchan por lograr que su provincia crezca. 

Una vez vueltos a la ciudad de Valle Fértil pasamos por La Gran Picada. Un restaurante, de los pocos que hay en esta ciudad sanjuanina de Valle Fértil, donde todo se hace a pulmón, con ganas de que el comensal se vaya feliz con cosas tan simples como empanadas, porción de matambre o tan solo unos panes caseros. Si vas a alimentar a tus recuerdos, al menos hacelo con lo más parecido a la comida de mamá.

¿Qué más le podemos pedir a un simple pueblo que intenta crecer en un turismo que se explota en los grandes lugares? Nos brinda mucho más de lo que estamos acostumbrados a agradecer.

Yo me quise sentir Divo por un par de días y me sorprendió cuánto costaba comer en un Hotel 5 Estrellas de San Juan. Obviamente que no pagué la comida y aproveché para pedir excelentes vinos, no solo porque tenía pase libre sino porque me parecía una buena idea probar los mejores vinos sanjuaninos para poder hablar así de un productor que tiene mucho para hacerle frente a la provincia más explotada, su compañera Mendoza.

Más allá de los nombres locos que le ponen a los platos, como esa moda palermitana que a mi parecer es un tanto pelotuda, la comida me pareció excelente. Nada nuevo para un Hotel de esa categoría, pero sí cuando, comparando los precios, estaban a la par de lo que costaría comer en casi cualquier restaurante bueno de Capital. Hay que considerar que los precios en hoteles suelen ser más elevados que en otros lugares. Para que tengan una idea, por $150 comías entrada, plato y postre más agua y compartiendo vino en mediados del 2012.

Ir a un Hotel 5 estrellas no es para todos; de hecho no es para mí. Fui porque así lo dispuso la gente de Viajá por tu país, no me pareció tan caro tomando en cuenta los mismos precios en Capital Federal o el norte del Gran Buenos Aires. Con esto no digo que yo iría por mi cuenta, pero si alguno de ustedes tiene la posibilidad es una buena opción ir a comer al restaurante del hotel (se puede sin necesidad de estar hospedado) si quiere comer realmente bien.

Hablando de los vinos, y en orden de precios, empezamos por un Aguma Reserva Syrah 2010. La relación precio calidad de este vino lo hace un excelente espécimen para disfrutar de una cepa que muy bien se desarrolla en la provincia. 

Pasando a una gama más alta aparece la Bodega Graffigna con su Cabernet Sauvignon Gran Reserva 2007. Aunque le sentí varias notas a frutos muy cocidos, característica que no está mal que esté, pero en exceso indica exceso en su evolución, el vino me pareció una bomba y merece ser probado como característico del terruño.

Por último fuimos a un monstruo, el Gran Syrah 2009 de Finca Las Moras. Uno de los Syrah más gloriosos que probé. Es un vino robusto, intenso, con cuerpo delicado pero firme, algo así como Victoria Onetto, pero accesible, obvio. Si tienen la posibilidad de comprar una botella para una ocasión especial, mientras lo guarden fresco (menos de 20ºC) y al abrigo de la luz y los cambios de temperatura, se banca muchos años.

De a poco fue terminando mi viaje, entre las comodidades de una habitación de cinco estrellas, empanadas y panes, grandes vinos, charlas con gente hermosa de la provincia, polvo, arena, cactus, formaciones rocosas y sensaciones, entre las cuales está esa melancolía por un país que, una vez, soñé próspero...

Ahora depende de nosotros el ir, acercarnos, y de repente encontrarnos con gente tan linda como ese recuerdo que te toca el pelo mientras estás durmiendo la siesta, al abrigo del sol sanjuanino, y del buen comer.


Fotos




¿Quién no desea tener una cocina de Hotel cinco estrellas en casa?


Lindo subsuelo para comer en Del Bono Park


Entrada digna de Aquaman


Que no les guste el pescado me provoca Rabia.


Presentaciones estilo Power Point 


Pobre papa, murió aplastada.


AMÉ ESTE POSTRE... ¡LO AMÉ MUCHO!


Delicado elixir... 


Más presentación que sabor.


Se dejó comer... 


El lomo en crôut... Glorioso es poco...


Bondiola. Amén.



Fe, Fi, Fo... Ni Fu ni fa.


Aunque tiene muchos colores y parece vegetariano, era un pollito muy rico.


La Difunta Correa.


En serio, cuando vean un cartel así, reserven y vayan a comprar empandas.


Sólo soy un chico, frente a una señora, pidiendo que le venda un par de semitas.


Empanadas de La Gran Picada. Debían pesar 250 gramos cada una. 


Matambrito para Todos y Todas.


Dueño del restaurante que me dejó tomarle una foto artística.


La combi que nos llevaba a todos lados.


Paisaje típico. 


Hubo equipo.


Autódromo El Zonda


Cavas de El Zonda.


 
El Guerrillero Culinario

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1 comentario:

Trix, la cocinera. dijo...

Me gustó mucho esta nota, parece q San Juan tiene más para ofrecer de lo q parece a simple vista!

beso

TRIX