A las personas nos tienta caer en la repetición. Sea por costumbre, por esa memoria selectiva mediocre que nos lleva a sólo reconocer lo bueno, o porque es mejor malo conocido que nuevo por conquistar, siempre buscamos piedras parecidas para tropezarnos.
Sea con las parejas, o con los vinos.
Un día me llegó un mail con una invitación a una cata vertical de los vinos Henry Gran Guarda de la Bodega Lagarde. Un día fui feliz. Conste en acta.
Algunas bodegas manejan vinos con la misma proporción de uvas (en los blends) y otros, como Lagarde, fueron variando las proporciones pero con la idea de mantener el mismo concepto del vino.
Acá es donde entra esta anécdota de vida, esta charla entre amigos, algo que bien puede quedar sólo entre nosotros, como un secreto, que quizás lean miles de personas. ¿O acaso que son los secretos si no una proyección de lo que querés que otro cuente por vos, para no tener cargo de conciencia?
Entre notas de cata, charlas del enólogo Juan Roby, comentarios que van y vienen, de repente tuve esa epifanía para hacer una asociación magnífica entre mi vida, los vinos que me gustan, y el porqué de repetir.
Resulta que tengo un detector muy afinado de fechas. Sólo tomando en cuenta que mis últimas dos ex-novias cumplían el mismo día (¡Sí! ¡El 11 de Octubre!) ya empecé a notar que capto un esquema, una estructura. A eso hay que sumarle que suelo conocer gente que cumple años en esa fecha con un desvío estándar de 3 días. Sí. El esquema. Hago malabares con las piedras.
Sin embargo, todas fueron distintas.
Uno capta un esquema básico que le resulta atractivo, por el motivo que sea, y después va conociendo las diferentes variantes que nos ofrece cada persona, o cada vino.
En este caso, los vinos que probé, entraban en esta descripción; puedo atribuirle un vino a cada ex amor que tuve pero estos detalles quedarán solo en mi mente. Cincuenta pesos refrescarían mi memoria. Ténganlo en cuenta.
Varios de los lectores del Blog, Twitter y Facebook saben que tengo afinidad con ciertas bodegas por los tipos de vinos que hacen. Esta afinidad no siempre va de la mano del público consumidor tradicional. Quizás porque me gusta tener un abanico de posibilidades lo más heterogéneo posible.
Que me hayan invitado a degustar los vinos ícono de la bodega Lagarde es un sueño hecho alcohol. Tanto esta bodega como Cavas de Weinert son las dos bodegas de elaboración de vinos que tienen un giro muy diferente a los productos que hoy estamos consiguiendo tanto en góndola como en vinotecas.
Lo bueno de estos vinos es que están vivos. Crecen, evolucionan y envejecen. Como nosotros. Como mis ex-novias (?)
Acá nos topamos con 5 vinos que mantenían un mismo esquema, aunque tenían muchas variantes respecto a proporciones y cepas. El producto final, aunque diferente, seguía siendo Henry.
El que más me gustó fue el Henry del año 2005. Un vino que tenía la frescura de la frambuesa y la menta en la nariz pero que en boca estaba cremoso, con una textura similar a cuando te lamés los labios con manteca de cacao. Algo que me sorprendió. Potencia, energía, vigor. Por algo le quedó Topadora Henry, apreciación de Francisco Rivera Segura. Un autobomba yendo a apagar un incendio. Vino que compraría para guardar, lo abriría en el 2015, 2017 y 2020. Todavía tiene una potencia que da miedo.
Después vino el 2006. Un vino glamoroso, homosexual, delicado, sofisticado. Y antes de que salten con las frases de "vos discriminás" y toda esa perorata (?) les cuento que se suele usar la definición de maricón (entre los borrachos que tomamos) para los vinos que tienen ese conjunto de características enmarcadas por la delicadeza, la suavidad y el erotismo fino que pocos hombres heterosexuales tienen. Sin dudas el Henry 2006 es un vino que está en su esplendor y que tiene que se tomado ahora, por gente que sepa disfrutar de algo aterciopelado, con mucha fruta fresca que se va convirtiendo en confitada con el paso de los minutos. Hacele probar este vino a 10 mujeres. Quedate con la que gima mientras lo toma. Esa es la elegida.
Y se vino el 2007, a mi gusto el segundo mejor Henry de la cata. En nariz es licoroso, al estilo Oporto. En boca es pornográficamente sabroso. Un vino que reúne todo el detalle fino de los vinos de alta gama pero con la potencia de la elaboración y ese Cabernet Sauvignon picante, frutilloso e intenso. El equilibrio justo entre amor y sexo, en una copa. Una noche de lujuria que termina con el abrazo de los cuerpos transpirados. El famoso príncipe azul que buscan las mujeres, el tipo rudo y romántico. Bueno, acá lo tienen.
El Henry 2008 tenía mucha fuerza y todavía le faltaba tiempo de descanso. Mucha fruta, muy buena acidez, un vino que está para guardar y ver qué es lo que otorga con el paso del tiempo. Por ahora lo tendría en la cava, guardadito, esperándolo por lo menos 2 o 3 años.
Lo interesante fue que hayan traído el 2009 que todavía no salió al mercado. El vino necesita más botella así que lo probé en desigualdad de condiciones. En nariz resultó ser suave, muy suave. En boca resultó ser tan pornográfico como el 2007, un vino fresco y muy frutal para haber estado en madera y ser un blend bastante pesadito. La verdad que va a ser uno de esos vinos de la bodega que, si evoluciona como uno puede imaginarse, en un par de añitos van a poder tomar algo inigualable.
Yo voy por el 2005 y el 2009, porque el 2007 ya lo tengo. No es cábala, pero los impares ganaron.
Lo lindo de repetir el esquema es encontrar los detalles que nos diferencian de los demás...
1 comentario:
Me encantó el post!!! Muy interesante. Te dejo este link de una revista que a mi en lo personal me interesa por los reportajes que tiene justo acerca de vino!!!
Descárgala y leugo me cuntas qué tal te pareció?
https://itunes.apple.com/mx/app/saborearte-news/id566543603?mt=8
AHHH y también tienen esta app!!
http://www.appato.com/felipe-alonso/saborearte/
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