lunes, 7 de febrero de 2011

Año Nuevo Chino - Barrio Nuevo Chino

Los domingos en Buenos Aires suelen ser días perdidos. Entre los excesos del sábado y la falta de sueño acumulada durante toda la semana, el domingo termina teniendo la culpa de todo nuestro mal humor, problemas estomacales, dolores de cabeza, sentimientos de culpa y aburrimiento. Para colmo si prendés la TV no hay nada más que otra tanda de Los Simpsons, temporada 1 o 2, ya vistas más que Esperando La Carroza.


Voy caminando por Juramento un medio día soleado de viento fresco; la gente caminando por la calle y ya los policías cortando el tránsito sobre el arco de entrada al barrio chino en la calle Mendoza.

De repente el escenario visual es un hormiguero de gente, muchos con sus gorritos circulares, caminando alrededor de una cantidad increíble de stands.

Qué felices que seríamos todos si esto estuviera vigente una vez por mes, un domingo al mes. Por que, seamos sinceros, a los únicos que les molesta que haya gente comiendo en la calle, puestos de comida callejera, espectáculos, música y diversión es al grupo de vecinos de Belgrano que están en contra de vivir en un barrio llamado extraoficialmente: Chino. ¿Qué haríamos sin un barrio chino? ¿Dónde estaríamos comprando pescado fresco? ¿Dónde conseguiríamos la variedad de productos que hay en estas 4 cuadras?

Si tengo que definir con una sola palabra las 8 horas que pasé en el barrio chino durante los festejos, esta sería “Increíble”. Sí. Porque los eventos estuvieron muy buenos, especialmente la buena energía al ver pasar el dragón que ingresaría a cada uno de los negocios durante toda la tarde augurando un buen año, que en este caso, es el del Conejo.

Pero dejando de lado la diversión visual, mejor pasemos a lo nuestro, que es lisa y llanamente, el morfi. Sí, porque como en todo evento oriental la protagonista fue la comida. Y se podía ver en la gente ese deseo imperioso por probar cuanta cosa encontraban en los stands, siendo bastante tradicional y clásica la oferta, ya que no había ni insectos, ni productos de dudosa procedencia, disponibles entre los litros de aceite caliente y planchas incandescentes.

Si hay algo que tengo bien claro es que, estos eventos, son mejores con amigos. Empezamos degustando algunas cosas con un amigo de la guerrilla, el español Daniel, quien abierto a probar cualquier cosa rara nunca decía que no. Una de las primeras cosas fueron unos pinches de pollo y cerdo a la plancha, en uno de los tantos stands que había repartidos por ahí. Algo simple, rico, al paso, sabroso y barato, ya que por $5 a $9 podías comer casi cualquier cosa.

En la medida que caminábamos empezaba a aparecer la gente sentada en los cordones de las veredas, cuanta saliente de la pared les permitiera apoyarse para disfrutar, tranquilos, bajo un solcito suave y una brisa delicada, sus pinches de pollo frito frío o bolitas de pescado fritas.

Entre empanaditas chinas de verdura o carne, abundaban muchas bebidas clásicas chinas, como los jugos de limón, tés de diferentes estilos, infusiones de jazmín y el rico y temido Te Rojo con leche y perlas. Todavía no logro entender porqué la gente le escapaba a este producto. Sí, es cierto, tiene una apariencia extraña, las pelotitas parecen bolitas de rulemanes viejos y el color entre blanco y marrón claro, en un vaso de plástico con forma de pote de ensalada de frutas, no era de lo más marketinero para atraer a un público con cierto desconocimiento de sabores.

Este té rojo con leche muy sabroso y su sabor es diferente entre stand y stand (tomé 3 durante todo el recorrido) tenía la particularidad de albergar unas cuantas pelotitas hechas de harina de mandioca/tapioca. La textura de estas pelotitas era similar a una gomita dulce, pero sin sabor. Es realmente entretenido, y por $6 que llegó a costar si uno daba una vuelta viendo precios, es una buena opción antes que tomar una gaseosa común y corriente.

Uno de los stands con excelente comida fue el japonés. Con una oferta de 6 piezas de sushi por $15, la verdad, de una excelente calidad, y a un precio inimaginable. También ofrecían un Kare Rizu (curry de pollo con zanahoria, papa, cebolla y arroz goham) que estaba muy bueno.

Las bolitas/albóndigas fritas son una perdición. A este punto ya había convencido a otra amiga de  La Guerrilla, Daniela, que tenía ganas de comenzar su experiencia como sibarita, y por qué no acá en el barrio chino con la cantidad increíble de sabores. Si bien fríen todo en el mismo aceite, la mayor parte de los productos tenían un sabor bien marcado. Mismo las albóndigas de pescado tenían un buen sabor a pescado, que se notaba fresco y a su vez delicioso.

En plena tarde el hormiguero parecía exacerbado por la necesidad de comer a cualquier hora, los olores que llamaban más la atención que la hamburguesa de Mc Donald’s y ese deseo por que no se termine nunca esta tarde tan rica e increíble. Los 3 mosqueteros decidimos encarar hacia los stands a probar nuevos alimentos, entre las cuales había unos langostinos fritos y espolvoreados con sal y pimienta de sichuán, unas bolitas de pollo fritas bien sabrosas y un tempura de salmón blanco en su punto justo.

Más bebidas, limonada por acá, té de jazmín por allá, té verde con miel para acompañar otros pinchos de pescado frito más sabrosos que los anteriores; unos calamares fritos a $10 la unidad que costaban menos que el precio crudo en el supermercado, y empanaditas, fieles compañeras de emociones en cuanto stand uno deseaba atacar con esa mezcla de ansiedad, hambre y deseo de disfrute. El día se estaba acabando y no podíamos dejar de comer.

Si tengo que hacer un comentario final sobre semejante evento  sería más bien un agradecimiento a toda la comunidad oriental que fue capaz de ofrecer un festejo inmejorable, con por lo menos 50 puestos diferentes de comida a precios muchísimo más baratos que restaurantes promedio. No faltó un solo cubito en las bebidas,  no probé nada que no me guste, nada que haya estado pasado de cocción ni mucho menos demasiado picante o salado para cualquier paladar occidental y, para la cantidad de gente que pasó durante todo el día por estas 4 calles, se puede decir que el lugar estaba bastante limpio.

De todo esto me queda una sensación de melancolía, un recuerdo reciente que demuestra lo sediento y hambriento de nuevas cosas que está el argentino (y porqué no el turista), y lo bien que pueden salir las cosas si todos le ponemos buena onda y energía positiva a un domingo.

Al fin y al cabo era diversión garantizada, o le devolvían su dinero.




El Guerrillero Culinario


2 comentarios:

Leno. dijo...

No se si estoy contento por leer tan buen relato o triste por la cantidad de cosas que me perdí! Yo estuve un par de horitas nomás llegué a eso de las 7 y muchos puestos ya estaban cerrando. De lo que probé me encantó un pincho de tentaculos fritos. El que atendía era un oriental muy buena onda (xq viste q en otros puestos habían blanquitos vendiendo, nose en esos no probé nada, me generaba desconfianza), la cosa que el chino me pregunta si quiero salsa picante, soja o agridulce. La que vos recomiendes le digo, y me dice "entonces las 3 juntas". Y si tenía razón, un fenómeno. También probé un tofu rebozado y frito relleno de cerdo y cebolla. La parte de tofu solo era dura de digerir, pero cuando se comía con el relleno era una mezcla de sabores y texturas muy exótica y sabrosa. Broche de oro el acto de cierre con el chino gritando "la puta que vale la pena estar vivo"!

Claudio dijo...

Muy interesante.Estoy lejos ahora y no pude ir.Será el año que viene.