Les voy a contar una historia...
Allá por agosto del 2012, y gracias a un paquete de fideos italianos De Cecco, empecé a hablar con la hermosa mujer que va a ser mi futura esposa. Ella me mandó una foto con el precio de la pasta italiana que se vendía en New York y yo, rascando monedas para tomarme el bondi, me babeaba con lo poco que costaba un paquete de fideos.
La cosa es que, charla va, charla viene, pusimos un día para encontrarnos.
"Yo armo una picada, vos traete el vino", dijo ella marcando así el camino y demostrando que las órdenes llevan vestido. ¡¿Y qué vino llevo?! Quizás crean fácil para mí, siendo un borracho vestido con el traje de "comunicador social de bebidas alcohólicas", pero no. Es fácil elegir el vino para el otro, pero nunca va a serlo para uno.
Me puse a ver el mueble lleno de botellas amontonadas y desordenadas la cava y opté por un Cabernet Sauvignon. Sabía que le gustaba esa cepa, así que lo mejor era ir con algo para demostrar "viste que te presté atención, viste! viste!?". Ahora, ¿cuál Cabernet Sauvignon llevaba?
De cero.
Y así es como empezamos de cero...

Me encanta hacer las cosas por amor. Amor a mí mismo, a mis gustos. No hablo del ego. Hablo de respetar lo que uno gusta al margen de la opinión de los demás. Me pasa cuando elijo vinos, lugares para comer, o lo que tenga que elegir. No voy ni contra ni a favor de la corriente. Voy como me siento libre. Decero, una bodega poco conocida estaba dentro de nuestros planes porque formaba parte de nuestro pasado, nuestro principio.
Había conocido a Marcos Fernández, enólogo de la bodega, unos años atrás. Desde un principio me gustaron sus vinos. Quizás por el lugar, quizás por las uvas, o quizás porque el enfoque de su creador era muy particular. Gracias Marcos. Gracias por lograr esos vinos.
Lo cierto es que tenía ganas de que Nana visitara la bodega. De casualidad la bodega es de capitales suizos, algo así como su familia paterna. La historia suizo-alemana la podés ver en la prolijidad, los detalles de la limpieza, el funcionamiento correcto cual relojería de alta gama, donde todo engranaje encaja justo con el diente de otro movimiento, para hacer que en conjunto funcione perfecto.
La gran diferencia: acá no hacen relojes sino que elaboran vinos. Y un argentino en una bodega suiza elaborando vinos logró lo que me imaginaba: vinos delicados.
Después de probar los vinos y charlar por casi dos horas entre las vides y las barricas nos fuimos a comer. A ver si puedo ubicarlos en el espacio. Acá no es "nos vamos a comer" como quien se sienta en una mesa y come. Acá tenés toda La Cordillera de Los Andes para vos. Ahí, entre la prolijidad de las hileras de uvas, un fondo que parece sacado de un salva pantallas.
La idea del maridaje no está pensada desde esa estructuración que se suele dar a la hora de comer en una bodega. Acá es más simple: te sirven los 3 vinos tintos clásicos de la bodega (Malbec, Syrah y Cabernet S.) y vos vas a ir tomando del que más te guste, o de los tres, en el orden que quieras seguir. Tenés por un lado un paisaje indescriptible, por otro una comida riquísima y en el medio vinos que te parten el cerebro. El orden de los factores, te aseguro, no altera el producto.

Pero algo que me volvió completamente loco, algo que me hizo reconsiderar todos mis estándares de calidad, y no me esperaba para nada, fue el postre de helado de alfajor de maicena sobre un húmedo de chocolate (algo similar a un brownie). Por lejos (y lo voy a seguir diciendo por mucho tiempo) el mejor postre que disfruté en mi vida. Tenía ganas de gritar: HACEME TUYO POSTRE, HACEME TUYO!
Entra dentro de las cosas que el ser humano debería probar antes de morirse. La textura, la sensación fresca pero a la vez mantecosa, el sabor perfecto, y hasta el aroma, lograron hacerme sentir en una tarde de invierno comiendo alfajorcitos de maicena en casa de mi vieja, mientras tomaba la leche chocolatada, y creía que no había nada más en el mundo que una familia, el calor de casa, y ese alfajor...

En el fondo repetimos esquemas, y nos queda a nosotros elegir cuales son los que vamos a perpetuar.
Un vino. Mi historia. Un recuerdo...
El Guerrillero Culinario
No hay comentarios:
Publicar un comentario