La oferta gastronómica del barrio se te va acotando y ya te conocés a los viejitos que toman café en el mismo bar de la década del cincuenta, el pibe con la bici que lleva las empanadas y la pizza del único lugar potable para el gusto de un tano, y esa heladería que sigue haciendo granizado de chocolate como si ayer hubieran festejado la llegada de la democracia.
Abrir horizontes es caminar 5 o 6 cuadras más de lo que uno suele caminar y adentrarse en un lugar nuevo, a sabiendas de los riesgos a correr.
Mirá que yo soy de esos flacos que no tiene drama si le gotea grasa por la mano hasta el codo mientras come un choripán y tiene que limpiarse con el costado del pantalón. Pero pasás por la puerta de estos bolichitos y tu vesícula segrega bilis sólo por el hecho de oler el ambiente.
Pero entre todo eso está Rico Perú.
Si bien el lugar tiene la decoración y la ambientación típica de un restaurante peruano (turístico) regular, lo mirás con otra cara por estar haciéndole la competencia a mucho antro-comés-sentado-sobre-las-bolsas-de-Asurín. La primera impresión es de un lugar limpio, y con espacio entre las mesas suficiente como para no sentirte camión de hacienda en Liniers.
A veces creo que así como en las operaciones estéticas en Venezuela, en la cocina peruana triunfa el exceso. Nunca ponerse tetas normales, nunca un arroz Chaufa para el estómago de un ser humano. Siempre todo tiene que ser grande, gigante...
Y no es que uno se vaya a quejar por quejar de las tetas, pero me encantaría que los platos de la cocina peruana fuesen mucho más chicos, y por consiguiente más baratos, así las opciones son más variadas a la hora de sentarte.
Seguramente salte algún infeliz a decirme que en Lima o Cuzco se come por eso o menos plata, bueno, todo bien, pero no me importa tu opinión flaco, porque en Buenos Aires hoy comés por menos de 50 pesos la opción de precio cuidado del Gobierno en Mc Donald's. Salvo el combo del Big Mac, no podés comer por menos de ese precio.
Vayan de a 4 y pídanse un ají de gallina, un lomo salteado y un par de postres, dos cervecitas e inviertan lo que les sobra de guita en un buen helado... el helado nunca está de más...
El Guerrillero Culinario
3 comentarios:
Epa! Siempre cuando paso con el bondi, le hago idea. Mi novio siempre tuvo ganas de ir, y ahora con esta reseña, mepa que me voy a hacer una escapadita dominical o de sábado. :)
Jajaja me hiciste matar de risa con tu post, y ese lomo saltado de la foto se ve buenísimo, acá en Lima es mas papa que lomo.
Estas en Lima. Tenés más suerte que yo que estoy en Buenos Aires :-(
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