domingo, 16 de junio de 2013

Te extraño, papi.

No saben lo feo que es extrañarse a uno mismo cuando te ves en fotos del pasado con una sonrisa distinta. 

El día del padre tiene diferente gusto, dependiendo de lo que es para vos, tu viejo. Y no hay una fórmula, no existen los descriptores aromáticos como con el vino. Mal que mal, el chocolate es parecido para todos los helados, pero tu viejo... tu viejo es único, porque vos sos eso también, único.

En mi caso, mi SuperYo, es bastante peculiar. El Guerrillero Culinario es el SuperYo de Lionel.

Por un lado está el cocinero, neta herencia de mi vieja, la que me enseñó durante décadas a cocinar sin darme clases, con la simple presencia mía sentado sobre la mesada mientras la miraba cocinar y contarme de sus problemas. Años de culo en la mesada, años de oído atento, años de estar, me formaron como el cocinero, un tanto sensible, otro tanto casero, medio loquito y muy fiel. Para qué te voy a mentir, no te voy a presentar un plato lindo, ni te voy a hacer nada realmente sofisticado... Pero quizás recuerdes como te cocinaba tu vieja, o como hacía el asado tu viejo. En definitiva aprendí a ser eso, un ser humano, que cocina.

De mi viejo heredé ser un bon vivant, un sibarita, pero no porque tenga un paladar privilegiado, al contrario, suelo jugar a adivinar los vinos y mis amigos se ríen porque tiro fruta como periodista independiente informa sobre un policial. Lo que aprendí de mi viejo fue a disfrutar de la comida. El rito del almuerzo dominguero o la cena de sábado por la noche fue algo fijo con la familia. La pregunta era: ¿adónde vamos a comer hoy?. Mi viejo me enseñó a comer, a probar, a ir a cuanto bodegón haya, a esas fiestas y reuniones romanas donde faltarían las orgías, porque la comida y el vino, siempre estuvieron.

Recuerdo que hace unos años estábamos comiendo en Empire Thai (un pseudo-tailandés medio neoyorquino de microcentro) y en la charla mi viejo propuso que todos viajemos a Nueva York porque tenía millas en American Airlines. Pensando que era un gasto innecesario, que no tenía suficientes días de vacaciones en mi trabajo, que "prefería" que él disfrute de las millas viajando, dejé pasar la oportunidad. Hoy en día siento que fui un pelotudo, y quizás, un hijo de puta, conmigo. 

Si me sigo arrepintiendo de lo que no hice voy a vivir arruinando el futuro por un pasado imposible de cambiar. 

No puedo cambiar que mi viejo se haya muerto y a mi me haya quedado un vacío adentro. No puedo cambiar que mi viejo se haya muerto. No puedo cambiar lo que pasó. Así que decidí cambiar el futuro, tomando otro camino en el presente. Y eso fue empezar a ser feliz.

Por eso es que hace unos años nació este blog. Mis amigos querían que les recomiende adónde ir a comer, y yo iba a comer porque la vida se me iba de las manos. Ironía es que mi trastorno obsesivo compulsivo es intentar agarrar cualquier cosa que se caiga. 

Empecé a escribir por los demás, pero desde un principio empecé a vivir por mí. Puede que haya sido el miedo a morirme sin ser feliz el que me puso en el camino de salir a comer, viajar, vivir.

El súper poder de mi viejo era borrar todos mis miedos con una mirada. No hay muchos superhéroes que logren tanto con tan poco. 

Ahora no lo tengo a mi viejo. Mi hermana, todavía con dolor por la falta de él, intenta criar a su hija, una hermosa combinación de vida y esperanza. Y mi vieja, que te hace ver a San Martín como un bebé de pecho, lucha con lo que nos dejó, y lucha con lo que se llevó, el amor incondicional que le tenía.

Ahora que podés ver apenas algo de lo que intento mostrarte sobre lo que se siente no tener a tu viejo, si recién hoy saludaste a tu viejo con un abrazo, un beso o un gesto, andá pensando que te estás quedando corto.

Sería más lindo empezar a recordar a las personas antes de que se vayan. Todavía podés convertir a tu futuro pasado en algo hermoso. Fijate.


... ¿y si la luz en el túnel no es más que el brillo de los ojos de tu viejo que te espera ansioso? ...



 
El Guerrillero Culinario

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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Vivo a mil kilómetros de mi viejo y eso hace que, cuando nos vemos, le de los besos y abrazos que no le daba cuando vivíamos juntos.
Sobre lo de disfrutar, siempre digo que no puedo porque no tengo un mango, pero tal vez no se trate de guita sino de aprender a disfrutar lo pequeño, lo cotidiano. Muy hermosas tus palabras. Vengo de días de grandes replanteos y fue bueno leerte. La Menduca.

Unknown dijo...

Gracias, Menduca.

A veces no tener un mango te abre la cabeza para usar el pensamiento lateral en el placer. He tomado los vinos más caros de Argentina y prefiero el Árboles Cabernet que siempre se pedía mi viejo, si tuviese la posibilidad de tomarlo con él. No va por la plata, va por la oportunidad...

=)

Lucio dijo...

Chabon, me dejaste un nudo en la garganta. A pesar de que no se compara con un padre, la semana pasada, se fue mi abuela materna. De Arrecifes, ahí desarrolle mi lado "chacarero" de chico, pasaba la mitad del verano y también las vacaciones de invierno, tomaba leche de vaca, todos los días el lechero pasaba por la puerta, también los huevos, de sus gallinas que yo corría (ahí ya no ponían jaja). Parte de mi infancia esta ahí. Ahora que murió, ya no tengo razones para ir ahí, mi Arrecifes, el de mi infancia se fue con ella. Pero como decís, hay que mirar para adelante y ser feliz. Todos vamos a pasar por eso y uno nunca esta preparado.
Te mando un abrazo! Salud!

Anónimo dijo...

Te leo hoy, días después del Día D, porque tenia la sensibilidad a punto ebullición.
Me trajiste los momentos míos en la mesada, los que ahora le hago pasar a mi hija, la forma de cocinar de mi viejo, y me emocione hasta las lagrimas. Gracias por acercar con el tuyo, al mio, que también creo que esta ahí en el túnel.
Gracias por tus palabras y tus fantásticos tweets.
Un abrazo
@Caito39


Lucas Efe dijo...

Qué lindo todo lo que decís. Desde lo relacionado con tu viejo a lo que respecta al futuro. Da para pensar, replantear, frenar y arrancar de vuelta, pero bien. Cálculo que debe ser común no disfrutar lo suficiente y/o darse cuenta cuando la vida te secuestra a los queridos de lo mucho que los querías, y de lo mucho que perdiste el tiempo pensando en que mañana sería mejor.

Hace unos dos años yo perdí a mi viejo también. Lo duro del hoy es poder ver el pasado y no poder cambiarlo. Pero el hoy y el mañana están acá. Eso no se escapó.

El final de tu relato es hermoso. Ojalá sea así, guerrillero.