Los blogtrips, como bien lo dice la palabra, son
viajes que hacen esos seres especiales que no son ni escritores ni filósofos,
ni letrados ni periodistas. Gente común. Gente como uno. Bloggers.
Al menos yo me considero un tipo común y corriente.
Alguien con la posibilidad de salir, pasarla
bien, y después en sus ratos libres escribir sobre eso.
En este caso fue el Ministerio de Turismo de La
Nación con su proyecto Viajá por tu país que me convocó (junto a un grupo de otros bloggers) para viajar. ¿Por
qué convocar a un tipo común y corriente como yo?... Por eso: porque soy un
tipo común y corriente.
Lo común y corriente no tiene porque ser malo. En mi
caso puntual soy conocido en el gremio como un pendejo peligrosamente
indomable. Un pibe que dice lo que quiere. Un rebelde. Guerrillero por donde se
lo mire. Y aunque eso no le gusta a las marcas es lo más atractivo para los
lectores. Porque mi entrega es total.
Y el desierto se hizo un recuerdo; el clima seco
apagaba las lágrimas de recordar a mi viejo. Aquel San Juan que había recorrido
en el 2005 estaba muy parecido. La gente seguía siendo la misma. La misma buena
gente que recordaba desde aquel entonces donde comía en la esquinita del
centro, ahí en el famoso bodegón Remolacha (Av. Ig. de la Roza 199 Oeste).
Te puedo hablar de lo que comí esta vez. Pero no,
mirá las fotos, entretenete con eso. Porque la comida no es sólo describir un
pollo al ajillo. La comida es el momento. La comida es la charla con mi vieja y
mi viejo aquel instante y la crítica destructiva al locro que estaba buenísimo
pero que no llegaba a los talones del que hace mi vieja. Quizás porque tenía
tacos altos y tenía los talones altos. Quizás porque la mano de mamá no nos
permitía ser imparciales. En definitiva la comida nos transporta a recordar ese
instante guardado en un espacio de nuestra mente.
Porque llegué a Remolacha y sólo recordaba a mi
familia. Por eso hay que hacer hincapié en la atención de la gente. Si te
atienden bien y ese momento se transforma en memorable, nadie va a poder
sacártelo de la cabeza y, por el contrario, lo vas a volver a vivir cada vez
que ciertas características hagan de disparador de emociones.
El
viaje se plasmó en la piel como un tatuaje. Gente emocionada por que un grupo
de bloggers le traiga futuro a la ciudad te dice mucho. Desde adentro sentís
una gran responsabilidad por comunicar de la forma más sincera posible lo que
vivís. Porque no teníamos una sola presión de ningún tipo por decir algo. La
única presión era la cara de ilusión de gente laburadora que rema todos los días
por hacer conocida a una provincia que tiene tanto para dar y tan poca gente
logra ver.
Resulta
ser que Jáchal tiene Molinos Harineros, de esos viejos que aparecen en las
películas, con gente de verdad. ¡Sí!...
Dionisio,
quien a mi entender es el corazón del molino fue el que nos explicó el
funcionamiento de esta gran trituradora de trigo para lograr lo que ustedes
después consumen en sus casas. Dionisio es el corazón del molino.
Definitivamente.
Porque
ese molino está erguido sobre materiales tan viejos como la historia de la
provincia, y sigue en pié por el único motivo posible: Dionisio. Este personaje
expresaba tanto amor por el molino que fue inevitable soñar con los momentos
que nos contaba, profundizar la mente y crear recuerdos en base a anécdotas y
expresiones en su cara y sus manos que decían mucho, mucho más de lo que
Cortazar, Borges, García Márquez o Vargas Llosa pudieran expresar…
Porque
las manos hablan. Las manos dicen. Las manos están llenas de historia. Y las
manos de Dionisio tenían años de historia encima. Manos fuertes, manos reales.
Y el molino poco a poco se transformaba en un lugar mítico que uno veía
funcionar al límite del asombro, mientras me quejaba del 3G y del teclado del
teléfono, más de 100 años de historia se movían al unísono del agua que corría
por el rodillo…
Viajé
por casi todo Europa y sigo pensando que el asado en el camping en Jáchal fue
superior a cualquier Torre Eiffel, museo D’Orsay, Coliseo o Big Ben.
Era tarde y teníamos hambre, así que nos
fuimos al camping Los Cauquenes que nos estaban esperando con una
parrillada. Llegamos y nos encontramos con una señora con sus rulos blancos y su
mirada profunda, mezcla de esperanza con deseos de criar a más nietos de los
que le dio la vida.
El
camping está metido en un valle/reserva por lo cual todo es agreste como el
entorno y los millones de años decidieron moldear. Unas parrillitas, un quincho
abierto y gente dispuesta a dar todo lo que tenían por atender las necesidades
de los comensales que miraban de reojo la mesa de dulce y la parrilla, luchando
por cuál atacar primero.
¿Vale
la pena que opaque todo describiendo un asado, un salad bar y los budines? ¿Les
parecería justo para mis recuerdos que intente poner en palabras sensaciones
indescriptibles?
Estaba
sentado al lado de Julio Perez,
un sommelier de pura cepa, y Gabriel Passadore (el blogger privilegiado y orgulloso padre de dos bombones) y lo único que nos importaba
era charlar de la vida y ser felices. Hace mucho que nos preocupamos por el
sabor de un vino y no lo disfrutamos. Hace décadas que llegamos “con la idea de”
y nos olvidamos de llegar y quedarnos. El tiempo se hacía eterno mientras
disfrutábamos de un momento que podía grabarse en las rocas que nos habían
mostrado en el museo Prieto horas atrás.
Jáchal
nos traía eso: Paz. Muy distante del silencio en un cuarto vacío de objetos o
de la relajación taoísta, Jáchal nos brindaba su esplendor desde lo más simple
y básico que puede disfrutar el ser humano, un lugar que maridaba perfecto con
las ganas de sentirlo.
6 comentarios:
Te estas superando Lionel (o Leonel?).Excelentes fotos y mejor relato. Sentí esa paz, esa brisa que trae el olorcito de la carne. Buena experiencia la que hiciste. Sigo recorriendo junto a vos.
Gracias por la mención Lionel, vaya que fue un buen viaje y toda una experiencia para recordar...
Como olvidar esas empanadas de chivito, esos vinos astutamente seleccionados por nuestro sommelier guerrillero, y esas charlas de sobremesa hasta altas horas de la noche.
Nos veremos pronto, en otro Blogtrip o en algún otro lugar...
Que buen relato, lo peor es que lo hago en la oficina en el centro.. leer esto, ver esas fotos.. me da ganas de saltar por la ventana y salir corriendo a algún lugar así.
Lo peor de leer un relato como este, es hacerlo en una oficina a las 12pm.
Me da ganas de saltar por la ventana y salir con el primer avión, micro y/o a dedo a un lugar así.
Y esas fotos por dios! Se puede oler ese asado
Excelente el blog. Muy entretenido el relato.
Excelente el blog. Muy entretenido el relato.
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