El
viaje continuó y la siguiente bodega fue Gimenez Riili. Esta bodega la conocí
el año pasado en el evento de degustación de Aldo’s. La verdad es
que me cayó tan bien Federico, y me gustaron tanto los vinos que hace, que no
podía dejar de lado esta joyita.
Aunque
la bodega queda bien lejos (como yendo para el fin del mundo, pero doblando
unas cuadras antes) el viaje se hace bastante ameno porque el recorrido es
hermoso y, apenas llegás te encontrás con una de las vistas más increíbles que
puede tener una bodega.
Sentados
bajo un techito estilo gazebo, comiendo una picadita y unas empanadas, probamos
unos vinitos interesantes bajo un momento íntimo, entre amigos. El torrontés,
que como todo vino blanco viene perfecto para empezar a entonar las papilas
gustativas es un vino súper bebible, ideal para cuando uno quiere acompañar
unas ricas ensaladas en verano. Y por otro lado el Malbec 2010 que está genial,
ideal para un asadito. Y ni te cuento con esa vista del Cordón Del Plata.
Después
apareció un grande… El Gran Reserva Malbec 2008… Un vino que cuesta
describirlo. Comienza cerrado y en cuanto uno lo deja en la copa empieza a dar
toda una gama de frutas que sorprende. Sorprende la complejidad y lo redondo
que es ese Malbec. Acá no hago caso al RPC (relación precio calidad) porque, en mi caso, es un vino que
me fascina. Creo que es un excelente vino para tomar entre 4, sin acompañar
ninguna comida. La boca limpia, buena música y ganas de disfrutarlo, despacito.
Hay gustos que hay que dárselos.
Un
rato más tarde nos fuimos a la sala de barricas y empezamos a probar a diestra
y siniestra un par de Syrah y Malbec de los cuales no puedo dar detalles para
que la competencia no decida dedicarse a hacer gaseosas. Un par de vinos que
prometen desequilibrar el ecosistema de Mendoza.
La
Experiencia Zorzal fue algo único. Y no sólo hablo de los vinos ni hablo de la
bodega en sí. Porque vinos hace cualquiera, pero escuchar samba en la sala de
barricas porque Juampy (Juan Pablo Michelini) considera que los vinos tienen
que sentirse acompañados y con energía es algo que va más allá de todo lo que
podías imaginarte.
La
bodega es bastante nueva y los enólogos y productores están realmente locos.
Eso le da un toque tan especial a los vinos que se siente desde el primero al
último. Porque rara vez un genio no estuvo loco. ¿Y quién no quiere a un loco
lindo?
Estos personajes le hacían falta al mundo del vino. Descontracturados, con la misma pinta de hippie que malabarea en un semáforo, los ves invertir una gran cantidad de dinero en tecnología para la creación de vinos distintos. Los ves invertir tiempo, y mucho, para elaborar, pensar, re-elaborar y estudiar los vinos una y otra vez. Los ves hacer magia con las uvas. Porque el resultado es excelente.
Una
tarde llena de anécdotas que tengo que agradecerle a Emilianno
Izquierdo, también conocido en el gremio como GrandCuveeE (por su arroba tuitero). Este fundamentalista del vino y
cualquier bebida que pueda describirse con todos los sentidos le está haciendo
muy bien al sector. Porque la forma visceral de hablar, escribir y probar el
vino logra acercar a este hermoso producto mucho más a lo que realmente es:
Placer.
Gracias
a que Emilianno estaba en Casarena y podía hacerme un tour personalizado por la
bodega me acerqué hasta esta bodega que tuvo una reestructuración muy
importante en el último tiempo con vinos que cambiaron mucho gracias a la mano
de Gastón Tello.
Empezamos
desde los tanques donde estaba empezando a fermentar el vino y fuimos probando
todos los vinos en diferentes etapas de fermentación. Al principio parece un
licuado de uva brasilero, después empieza a estar más picantito (debido al
alcohol) pero sigue ese mosto bien dulce y casi empalagoso.
En
la medida que el vino ya fermentó cambia de una forma inimaginable. Después de
ser vino todavía tiene demasiada energía como para ir a parar a la boca. ¿La
sensación? Parecida a tomar leche de vaca directa del tambo. Potencia, por más
suave que sea el vino, tiene MUCHA potencia.
Después
pasamos a las barricas a probar los vinos que estaban evolucionando y eso ya
fue otra cuestión. Varios de los Ramanegra Reserva que se probaron en el
Encuentro de Vinos de Autor que todavía no salieron al mercado pasaron por mi
boca. Si prueban los actuales y les gustan, lo que se viene es el boom de la
bodega.
Por
último, y por contacto previo con uno de los agrónomos, fui a Trapiche. Una
cosa es la bodega que uno conoce y otra es la que recibe los camiones y
camiones de uvas. Obviamente que las visitas se hacen en la más linda y
estéticamente preparada para el turismo. La otra es una fábrica gigante con
cientos de empleados.
La
bodega es hermosa y los vinos, aunque de fabricación industrial como toda
bodega gigante, en una cata a ciegas siempre terminan siendo un golazo. Probé
el Fond de Cave Reserva Bonarda, de la misma categoría que el Malbec que salió
elegido entre los mejores de la cata a ciegas del Desafío Federal 2011.
Excelente vino. Un vino que bien puede seguir firme allá arriba entre los vinos
de menos de 100 pesos.
También
probé el Gran Medalla Chardonnay, un excelente blanco pero con un precio
que yo, en lo personal, no estoy dispuesto a pagar. Quizás más
adelante perfeccione mi paladar como para aceptar que puede costar $230, pero estoy del lado de los que pagan eso por un tinto pero no por un blanco. Gusto personal, sólo eso.
Uno
que me gustó más fue el Gran Medalla Malbec, pero después de haber descubierto
en cata a ciegas en este último Desafío Federal al Iscay, un blend que la
rompe, difícilmente piense en otro que no sea ese vino cada vez que me nombren la
bodega.
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Algunas fotos tomadas en Zorzal
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