lunes, 14 de mayo de 2012

Con los botines de punta


Ustedes saben que no me gusta criticar, sólo hago crónicas, soy positivo, pero esta vez voy a cambiar por un momento mi discurso. ¿Por qué?

Porque dediqué una noche de mis vacaciones específicamente para conocer al “mejor restaurante de Argentina” según La Academia Nacional de Gastronomía: Nadia O.F.

Una semana atrás había comido en el restaurante de la bodega Decero, a escasos kilómetros del premiado. El restaurante de la bodega es excelente pero siendo realista sería mucho esperar que sea el El mejor de Argentina. ¿Qué pasó que me encuentro comiendo en Nadia O.F. y pienso en ese otro restaurante? Pasó lo que a veces pasa: Nadia O.F. me gustó menos, tenía una carta de vinos reducida y no me sorprendió en nada. Entonces, ¿este es el premiado? ¿Por qué me encontré en el mejor restaurante de Argentina y creo que es otro más del montón?

No es una queja, no es un reclamo, porque en definitiva la pasé bien y comí bien. Pero eso sólo. Bien. Simplemente siento que el premio es injusto con muchos otros restaurantes. Comí mejor en, por lo menos, otros veinte.

Entonces, desde mi humilde espacio, quiero hacer un poco de justicia por todos. Porque no creo ser nadie para decir “tal o cual es el mejor”, pero sí puedo decir que es injusto ese premio, o… al menos… extremadamente arbitrario.

Los medios de comunicación, los nuevos periodistas gastronómicos y las acciones masivas de prensa están desvirtuando la realidad formando opinión pública a cambio de una invitación o de un regalo empresarial.

El problema es que no se dan cuenta del poder que tienen. El problema es que les creemos.

Y yo me enojo porque, además de ser un cascarrabias, voy a comer y pongo hasta el último peso de mi bolsillo para conocer lugares, y después de ir 4 o 5 veces a un restaurante, escribo una crónica. No me quejo, porque lo hago porque quiero. Pero...

... Pero por el otro lado están los pseudo-novo-periodistas-gastronómicos a los que los invitan una vez, comen lo que les preparan especialmente para ellos, y después creen que nos informan con veracidad y autenticidad sobre “cómo es comer en el restaurante X”.

Y muchos no lo saben. No somos muchos los que nos rompemos el culo por escribir desde los ratos libres en nuestros trabajos; por ir a comer y sacar fotos; por guardar la información y anotar todos los datos importantes; por pagar la cuenta; por probar vinos que compramos con descuentos en las liquidaciones, para después ser lo más sinceros posibles con ustedes y con nosotros mismos, mientras hay otros que escriben la línea que les bajan, cómodos desde el Wi-Fi del bar que publicita con ellos.

Y eso da rabia. O mejor dicho, impotencia.

Porque el esnobismo está ganándole a la gastronomía.

Entiendo que regales un Luigi Bosca o un Rutini por la imagen que tienen. Todos sabemos que son buenos vinos. Pero poca gente conoce el Celador Malbec, el Lamadrid Cabernet Franc o el Zorzal Field Blend. Y cuando el público consumidor final va por los primeros esperando que sean los mejores vinos del país, es por algo. Es por el exceso de comunicación; creencias nacidas de la desinformación.

Y no me digan que no decir la verdad no significa mentir. Conocer excelentes vinos y hablar siempre de los mismos, conocer grandes restaurantes y nombrar siempre a los que pautan, defender cervezas de mala calidad industrial sólo porque manejan el 80% de la góndola, en definitiva, es manipular la opinión del lector.

Me da igual si manipulan la opinión pública de los lectores de Clarín, La Nación o Página 12. Son diarios asumidos como partidistas, nunca van a ser objetivos.

Pero las opiniones sobre gastronomía, son opiniones. Y una opinión que no es sincera, no vale una mierda.



El Guerrillero Culinario

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Lionel

Muy buena nota. Ayer por la noche estuvimos cenando con amigos en Angelito (clasico de Villa Crespo) y discutiendo un poco cuestiones de formacion de opinion publica (a favor y en contra del actual gobierno) en los medios de comunicacion. Tu entrada me deja reflexionando acerca de las recomendaciones que semanalmente recibo en, por ej., el site de la Nacion.

Fuerza con eso! y segui para adelante que realmente el blog es muy bueno!

Un abrazo

Marcelo

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo. De todas formas hay un momento en el que entiendo al comprador de un Luigi Bosca, por caso. Hay muchos, muchísimos compradores/consumidores ocasionales que van a lo seguro. Y un Luigi Bosca es seguro, si fue bien cuidado, por supuesto. O un Rutini. O un Escorihuela. Saber de vinos, por llamarlo de alguna forma, es una tarea, principalmente, de consumo, pero para ello se necesita dinero. Y cuando escasea creo que es mejor ir a lo seguro. O, en su defecto, apelar al que sabe, si es que hay alguien. Saludos y no espacies tanto los posts, habemos tipos (y tipas) ansiosos que te seguimos. Federico.

Anónimo dijo...

algo para leer
"Apuntes de Cocina: El lujo

Que es mejor? Una pato o una pera?

Una pato es mejor porque es más caro? Porque es mas exclusivo? Por que es algo que no comemos todos los días? O quizá porque es más difícil de conseguir?

Por que algunos productos reciben el adjetivo de lujosos y otros no?
No lo sabemos con certeza, pero intentaremos averiguarlo.

Quizá para tener una idea mas clara deberíamos preguntarnos: que es el lujo?

Tiempo atrás leí en un libro algunas reflexiones acerca del lujo. Decía algo así como que un producto es lujoso según quien le dé esta característica.
Pongamos un ejemplo: Para una persona normal (común) un BMW sería lujoso. Para alguien que tiene un BMW una Ferrari será lujosa (son solo ejemplos).
Para alguien que no tiene para comer un pollo asado es lujoso; y para el que vive en la calle tener un techo es lujoso.

Podríamos decir entonces que como característica general el “lujo” es algo que no se tiene. Algo de lo que se carece. Pero que se puede adquirir, se puede comprar.
Es claro que en este mundo globalizado y consumista en el que vivimos todo, o casi todo, se puede comprar. Lujo será entonces descartar todo lo accesorio. Y a nuestro entender será hacer algo simple. Tener cuatro elementos en un plato que lo conviertan en algo distinto. Único.


Preguntas como estas son las que nos llevan a pensar de otro modo en nuestro trabajo como cocineros y en lo que le ofrecemos al cliente."
de los pensamientos de unamesa
unamesa restaurante. Belgrano 346 Puerto Madryn.
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